El Jardín de la Paciencia



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, un niño llamado Santi. Santi era un niño muy alegre, pero tenía un pequeño problema: no tenía paciencia. Siempre quería que todo ocurriera de inmediato, y eso a veces le traía problemas.

Un día, mientras paseaba por su barrio, Santi escuchó a su amiga Ana hablar entusiasmada sobre un concurso de jardinería que se iba a realizar en la escuela. "El jardín más lindo ganará un premio muy especial"- dijo Ana con emoción. Santi se quedó intrigado.

"¿Cómo puedo hacer un jardín hermoso?"- preguntó.

-Ana sonrió y respondió "Primero, hay que plantar las semillas y esperar a que crezcan, ¡es un proceso!"-

Eso hizo que Santi se sintiera un poco impaciente, pero decidió que iba a intentarlo. Se fue a su casa y pidió a su mamá un poco de tierra, semillas y una maceta.

"Mamá, voy a hacer el jardín más grande de todos, ya verás"- dijo Santi determinadamente.

Con ayuda de su mamá, Santi plantó las semillas en la maceta y regó la tierra con mucha esmero.

"¿Cuánto tengo que esperar para ver las flores?"- preguntó Santi con ansias.

"Ten paciencia, Santi. Las plantas necesitan tiempo para crecer. Cada cosa tiene su momento"- le respondió su mamá con una sonrisa.

Santi, aunque un poco frustrado, decidió que esperaría. Pero al día siguiente, cuando volvió a mirar su maceta llena de tierra, comenzó a desesperarse.

"No veo nada... Quizás si las saco y miro las raíces, así tal vez crezcan más rápido"- sugirió Santi con una idea.

"¡Noooo!"- exclamó Ana cuando se enteró. "¡Eso no funciona, Santi! Si las sacas, las lastimarás. Espera, ¡ten paciencia!"-

Santi se sintió un poco decepcionado, pero decidió seguir el consejo de Ana. Esa tarde, mientras regaba su maceta, vio que otros niños estaban plantando semillas en el jardín de la escuela. Comenzó a observar cómo cuidaban sus plantas.

"¿Cómo logran que crezcan tan rápido?"- les preguntó.

Los niños le explicaron que lo más importante era el cuidado y mantenerlas sanas con amor y espera.

"Debemos ser pacientes, aunque a veces sea difícil"- explicó una de las niñas. "Es lo que hace que valga la pena"-

En esos días, Santi sintió la frustración crecer dentro de él. Cada vez que alguien le hablaba sobre el jardín del concurso, él únicamente podía pensar en su maceta vacía. Decidió hacer algo al respecto.

"¡Voy a hacer un cartel y escribir ‘Necesito más paciencia’!"- dijo con determinación. Con carteles coloridos, Santi le dio vida a su rincón muy especial.

Pasaron las semanas y, cuando Santi ya se había olvidado un poco de su impaciencia, un día notó que pequeños brotes verdes asomaban de la tierra.

"¡Miren! ¡Miren!"- gritó emocionado. Todos en el barrio corrieron a ver.

"¡Qué lindo, Santi!"- gritaron, felices por el logro de su amigo.

Santi sintió que por fin el trabajo había valido la pena. "Gracias a todos por ayudarme a ser paciente"- dijo alegremente.

"Y ahora, solo hay que seguir cuidándolas durante más tiempo"- añadió Ana.

Al llegar el día del concurso, Santi presentó su jardín con gran orgullo. Aunque no ganó el primer premio, recibió una mención especial por haber trabajado con mucho amor y paciencia.

"El verdadero premio fue aprender a esperar y cuidar a mis plantas"- decía Santi mientras todos aplaudían.

Desde ese día, Santi se volvió conocido por ser el niño más paciente del pueblo, siempre recordando que a veces las cosas buenas necesitan su tiempo. Cada vez que miraba su jardín, sonreía sabiendo que el esfuerzo siempre trae recompensas.

Y así, Santi no solo logró un jardín hermoso, sino que también descubrió la importancia de la paciencia y el control del carácter.

Fin.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!