El Jardín de la Paz



Había una vez, en un colorido barrio, un grupo de amigos inseparables: Sofía, Lucas, Valen y Lila. Ellos eran conocidos por todos como los Guardianes de la Paz, ya que siempre resolvían sus conflictos con creatividad y mucha amistad. Un día decidieron que era el momento de crear un jardín mágico donde todo el mundo pudiera sentirse en armonía.

"¡Vamos a construir un jardín lleno de flores y risas!" - propuso Sofía, con su entusiasmo contagioso.

"¡Sí! Y que tenga una fuente mágica que solucione cualquier problema!" - añadió Lucas, que siempre estaba pensando en grande.

Los amigos pasaron semanas recolectando semillas de flores, ladrillos y materiales reciclados. Mientras trabajaban, se contaban historias y cantaban canciones. Pero un día, su proyecto se detuvo en seco cuando descubrieron que la fuente mágica no estaba funcionando. La fuente solo salía agua verdosa, que apestaba y les hizo sentir decepcionados.

"Esto no está bien, ¿qué hacemos?" - preguntó Lila, frunciendo el ceño.

"Vamos a tener que resolverlo sin perder la calma", afirmó Valen, mirando a sus amigos.

Decidieron hacer una reunión. Se sentaron bajo un árbol, con las hojas brillando al sol, y comenzaron a compartir sus pensamientos.

"Si no podemos tener agua mágica, tal vez podamos hacer algo diferente," dijo Sofía.

"¿Cómo qué?" - preguntó Lucas, curioso.

"Podríamos llenar la fuente de imaginación. En lugar de agua, podríamos poner los deseos de la gente del barrio. Así, quien venga al jardín, pone sus sueños y se siente mejor."

La idea sonó increíble y todos fueron de acuerdo. Así, se pusieron manos a la obra y en lugar de agua, llenaron la fuente de papeles donde los vecinos escribían sus sueños. Pronto, el jardín comenzó a llenar de alegría.

"Yo sueño con un día de sol brillante sin preocupaciones" - escribió un anciano.

"Yo deseo que todos los niños del barrio jueguen juntos" - anotó una pequeña.

Con cada papelito que llegaba, la fuente se iluminaba, y los amigos se dieron cuenta de que no necesitaban agua mágica, pues la verdadera magia estaba en los corazones de las personas. Todo estaba bien.

Pero, un día, un grupo de chicos llegó al jardín y empezaron a burlarse de la fuente.

"¡Eso no es agua! ¡Es solo papel!" - gritó uno de ellos, riendo.

Lucas y Valen se sintieron muy mal.

"No pueden entender nuestra creación" - murmuró Valen.

Sofía, sin embargo, tuvo una idea brillante.

"¿Y si los invitamos a escribir sus sueños también? Quizás así comprenderán la paz que hemos creado aquí."

Con un poco de titubeo y mucho amor, se acercaron a los chicos.

"¡Hola! ¿Quieren participar también? Pueden escribir su sueño y ponerlo en la fuente" - les propuso Sofía.

Los chicos, desconcertados, aceptaron. Escribieron sus deseos y, en un abrir y cerrar de ojos, la atmósfera cambió.

"Es emocionante ser parte de esto. Nunca había pensado en mis sueños...") - admitió uno de los chicos, con una sonrisa.

El jardín prosperó y se convirtió en un punto de encuentro donde todos podían soñar y compartir risas. Los Guardianes de la Paz no solo resolvieron un problema, sino que también transformaron el conflicto en un hermoso lazo de amistad.

Al final, entendieron que la paz se olfatea en el aire, como una fragancia de flores, en cada rayo de sol y en cada sonrisa.

Así, el Jardín de la Paz fue un lugar de unión, donde el amor y la amistad florecieron por siempre, porque la verdadera magia tiene el poder de unir corazones y hacer sueños realidad. Y todo lo que habían creado fue un recuerdo dulce en sus corazones, una pequeña historia inolvidable de cómo la paz puede iluminar el camino.

Y colorín colorado, este cuento que huele a paz ha terminado.

FIN.

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