El Jardín de la Salud
En un colorido pueblo llamado Sanarlandia, vivían dos amigos inseparables: Lila, una niña llena de energía, y Tobi, un pequeño perro juguetón. Ambos disfrutaban de correr por el parque, jugar en la plaza y explorar el jardín de Lila, donde las flores eran radiantes y las mariposas danzaban.
Un día, mientras recolectaban flores, Lila notó algo extraño.
"¡Mirá, Tobi! Las flores de esta esquina del jardín están marchitas. ¿Qué les habrá pasado?" dijo Lila, preocupada.
"Quizás necesitan más agua o sol. Vamos a cuidarlas," propuso Tobi, moviendo su cola con entusiasmo.
Comenzaron a regar las flores, pero algo más parecía estar mal. De repente, se dieron cuenta de que no era solo agua lo que necesitaban. Recordaron lo que les había enseñado la maestra Rosa en la escuela sobre la importancia de la alimentación saludable.
"¡Claro! Las flores también necesitan comer para crecer fuertes," dijo Lila. "Vamos a buscar alimentos naturales para ellas."
Corrían de aquí para allá, juntando restos de frutas y verduras que sobraban de su almuerzo: una cáscara de banana, unas hojas de lechuga y un poco de zanahoria.
"Esto parece un festín," exclamó Tobi.
Lila comenzó a desmenuzar la cáscara de banana y a esparcirla alrededor de las raíces de las flores, mientras Tobi traía pequeñas hojas de lechuga.
"Con esto van a tener toda la energía que necesitan para volver a crecer," sonrió Lila.
Sin embargo, tras unas horas de trabajo, una nube oscura apareció sobre Sanarlandia. El viento sopló fuerte y comenzó a llover sin parar.
"¡Oh no! Todos nuestros esfuerzos se van a perder," se lamentó Lila.
Pero Tobi no estaba dispuesto a rendirse.
"Tal vez podamos construir un pequeño refugio para proteger las flores."
Ambos comenzaron a recoger ramas y hojas. Juntos, hicieron un improvisado toldo que cubrió las flores marchitas. La lluvia, aunque inesperada, no sería un fin, sino una oportunidad. Y pronto, el sol volvió a brillar con fuerza.
Días después, al volver al jardín, Lila y Tobi quedaban asombrados. Las flores comenzaban a asomarse entre la tierra, llenas de vida y color, más hermosas que antes.
"¡Mirá, Tobi! ¡Funcionó! Las flores están volviendo a florecer."
"¡Genial! También podemos cuidarnos así, comer bien y hacer ejercicio," dijo Tobi, dando un salto.
A partir de entonces, Lila y Tobi decidieron crear un pequeño espacio en el jardín dedicado a la salud. Lila plantó una huerta donde cultivaban tomate, zanahorias y lechugas, mientras que Tobi animaba a sus amigos a jugar en el parque, corriendo y saltando.
"¡La salud es nuestro tesoro!" decía Lila.
"¡Y mantenernos activos hace que se multiplique!" completaba Tobi.
Con el paso del tiempo, el jardín de la salud se volvió famoso en Sanarlandia. Sus amigos venían a aprender sobre la importancia de los alimentos nutritivos y cómo jugar al aire libre. Lila y Tobi se convirtieron en los mejores maestros, compartiendo sus descubrimientos con todos.
Un día, mientras cuidaban de las plantas, Lila reflexionó:
"Nunca pensé que el cuidado de un jardín pudiera enseñarnos tanto sobre nosotros mismos."
"Exacto," respondió Tobi moviendo su cola, "si cuidamos de lo que comemos y de cómo nos movemos, ¡podemos florecer como nuestro jardín!"
Y así, en el colorido pueblo de Sanarlandia, Lila y Tobi siguieron compartiendo risas y enseñanzas, recordando siempre que la salud es un regalo precioso que todos deben cuidar, como el más hermoso de los jardines.
FIN.