El Jardín de las Buenas Decisiones



Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Valleverde, donde vivían dos hermanos: Clara y Diego. Clara era conocida en el vecindario como 'la hija desobediente', mientras que Diego, aunque también tenía su rayo de rebeldía, era visto como 'el hijo desobediente pero bueno'. Ambos tenían un espíritu aventurero, pero sus caminos a menudo chocaban con las normas del hogar.

Un día, su madre les dijo: "Chicos, cuiden el jardín. No toquen las flores que sembré para la próxima fiesta del pueblo. Quiero que se vean bellas y brillantes".

Clara miró a Diego y sonrió de manera traviesa: "Vamos a hacer algo divertido, ¡está todo aburrido!". Diego dudaba, pero Clara lo contagió con su entusiasmo. "Pero, Clara, hay que ser responsables. Si mamá se entera..."

"No pasará nada. Además, ¿qué es un par de flores si podemos hacer un espectáculo?" dijo Clara, mientras empezaba a saltar entre las flores.

Diego, preocupado, decidió seguirla pero con una idea diferente. "¡Está bien! Pero sólo si hacemos algo que no lastime a las flores". Clara, divertida, lo convenció: "Sólo un ratito, ¡será nuestro secreto!".

Y así, Clara y Diego empezaron a hacer una carrera de obstáculos entre las flores, riendo y disfrutando de la adrenalina. Pero en medio de sus travesuras, Diego tropezó y cayó de cara a una hermosa flor recién plantada.

Al ver eso, se inyectó un pálpito de culpa y se giró hacia Clara: "¡Ay, no! ¿Qué vamos a hacer?". Clara, al ver lo que había hecho su hermano, se preocupó: "No te preocupes. Vamos a arreglarlo antes de que mamá vuelva".

Intentaron replantar la flor, pero justo cuando creían que lo habían logrado, el viento sopló y se llevó un montón de tierra que habían apilado.

"¡No se puede creer esto!" exclamó Clara frustrada. "Ahora nos van a descubrir, es un desastre todo".

En ese momento, Clara tuvo una idea brillante: "¡Esperá! ¿Y si hacemos un cartel y decimos que fue un grupo de pájaros? Todos saben que son traviesos". Diego no estaba muy convencido. "No sé, Clara. ¿No creés que sería mejor decir la verdad?".

Clara se puso a pensar. "Pero, ¿y si discutimos con mamá?". Diego la miró fijamente y decidió que sería bueno hacer lo correcto. "Si somos honestos, es posible que no se enojen tanto. Al fin y al cabo, no lo hicimos adrede".

Finalmente, pasaron un rato buscando una forma de mostrarle a su madre lo que había pasado. Decidieron hacer un dibujo que contara la historia de su aventura con las flores, acompañada de una disculpa sincera.

Cuando su mamá llegó a casa y vio el jardín desordenado y los dibujos en la mesa, sus ojos se iluminaron. "Chicos, veo que han intentado explicar lo que sucedió".

Diego, nervioso, tomó la delantera: "Lo sentimos mucho, mamá. No era nuestra intención lastimar las flores. Queríamos jugar, pero nos descontrolamos".

Clara agregó: "Generamos un desastre, pero lo integramos mientras pensábamos en cómo replantar la flor y cuidarla. Queremos ayudarles a levantarse".

"Me alegra saber que han decidido ser honestos. Eso siempre es lo más importante" dijo su madre, sonriendo.

Juntos, se pusieron a trabajar en el jardín. Al final del día, el jardín no sólo quedó hermoso, sino que también se ha convertido en un símbolo del valor de la verdad y la paz familiar. Desde ese entonces, Clara y Diego aprendieron que la desobediencia no tiene por qué traducirse en algo malo, siempre y cuando el corazón esté en el lugar correcto.

Y así, los hermanos vivieron felices, sabiendo que, aunque a veces eran desobedientes, siempre podían encontrar la forma de hacer las cosas bien.

FIN.

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