El Jardín de las Culturas
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Colibrí, donde cada barrio tenía su propia identidad cultural. En el barrio de Los Sueños, los habitantes celebraban el Festival de las Estrellas, lleno de música y danzas tradicionales. Mientras tanto, en el barrio de Las Flores, el día de la cosecha se festejaba con un gran banquete al aire libre. A pesar de la diversidad, los habitantes de Colibrí no se conocían bien entre sí.
Un día, Sofía, una niña curiosa del barrio de Los Sueños, decidió que era hora de unir a todos. Junto a su mejor amigo, Tomás, elaboraron un plan: organizar un gran festival que combinara las tradiciones de ambos barrios. Estaban emocionados y un poco asustados al mismo tiempo.
"¿Creés que a la gente de Las Flores le va a interesar?" - preguntó Tomás, nervioso.
"¡Claro! Todos amamos festejar, y este festival puede ser una oportunidad perfecta para conocernos" - respondió Sofía con determinación.
Comenzaron a invitar a todos, pero no fue fácil. Algunos del barrio de Las Flores pensaban que la idea era rara. Una anciana llamada Doña Rosita, les dijo:
"Ustedes no saben nada de nuestra cultura, ¿cómo van a hacer un festival juntos?"
"Podemos aprender juntos, Doña Rosita. Podemos hacer un espacio para que cada barrio muestre sus tradiciones" - insistió Sofía.
"Eso suena interesante. Tal vez hay algo que podamos compartir con ustedes" - concedió Doña Rosita, algo más abierta.
Una semana antes del festival, los preparativos estaban en pleno auge. Sofía y Tomás recorrido las casas de Las Flores, escucharon historias sobre sus costumbres y aprendieron sobre el baile de la cosecha.
"Mirá, Sofía, es como cuando en Los Sueños bailamos bajo las estrellas, pero en otro ritmo" - comentó Tomás, emocionado.
"Exacto, ¡esto es genial!" - Sofía sonrió, pensando en cómo las diferencias estaban empezando a parecerse más a una belleza común.
El día del festival llegó, y aunque había un poco de nerviosismo en el aire, la alegría se hizo presente. La plaza central de Colibrí estaba decorada con luces y banderas de ambos barrios. La música comenzaba a sonar, y todos empezaron a bailar.
Pero cuando parecía que todo iba perfecto, un grupo de chicos del barrio de Los Sueños interrumpió con burlas.
"¿Por qué tienen que bailar así? ¡No entienden nada de lo que es la verdadera fiesta!" - gritó uno de ellos.
"¡Chicos, no! Este festival es para aprender, no para burlarse!" - se quejó Sofía, sintiendo que su esfuerzo se desvanecía.
"Los de Las Flores son diferentes, no son como nosotros" - replicó un amigo de Tomás, cruzando los brazos.
"Pero eso es lo que hace que cada barrio sea especial. Si no aprendemos a valorarnos, nunca estaremos unidos" - respondió Sofía con firmeza.
El ambiente se tornó tenso, pero en el momento más crítico, Doña Rosita apareció en el escenario.
"Queridos vecinos, hoy estamos aquí para celebrar lo que nos hace diferentes. Contemos historias sobre nuestras culturas, bailemos y disfrutemos juntos. Esta es la verdadera esencia de Colibrí!" - dijo con voz firme.
La gente comenzó a escucharlo. Un joven de Las Flores, se acercó a los chicos de Los Sueños y les propuso un intercambio de bailes. Al principio dudaron, pero se unieron hasta que, todos juntos, todos comenzaron a bailar. ¡Era un espectáculo lleno de risas y luces!
Finalmente, Sofía y Tomás se dieron cuenta de que lo que había comenzado como un simple festival había crecido en un verdadero puente entre culturas.
"Mirá, Tomás, ¡hemos logrado unir a todos!" - dijo Sofía, con los ojos brillantes.
"Sí, esto es solo el comienzo. Vamos a seguir compartiendo nuestras costumbres y aprender unos de otros" - respondió él, emocionado.
Así terminó el primer Festival de las Culturas de Colibrí, donde todos se reían, bailaban y aprendían de la diversidad. Sofía y Tomás se sintieron orgullos de lo que habían logrado: unir a un pueblo a través del respeto por las diferencias, y descubrir que lo que nos hace únicos también nos conecta en una maravillosa red de amistad.
Y desde ese día, cada año, el festival se volvió un hermoso símbolo de la diversidad cultural y la justicia social entre barrios. Porque en Colibrí, aprendieron que cuando nos unimos, incluso las diferencias pueden florecer en un hermoso jardín.
FIN.