El jardín de las emociones
Había una vez un niño llamado José Pedro, que era muy especial. Él tenía síndrome de down, lo cual hacía que algunas cosas fueran un poco más difíciles para él.
Pero eso no le impedía ser feliz y disfrutar de la vida. José Pedro iba al kinder, donde tenía muchos compañeros con quienes jugar y aprender. Sin embargo, a veces se sentía frustrado porque no sabía cómo controlar sus emociones cuando algo no salía como él quería.
Un día, durante el recreo, José Pedro estaba jugando en el patio con sus amigos Martín y Sofía.
Estaban construyendo un castillo de arena, pero José Pedro quería que fuera perfecto y se enojó cuando una parte del castillo se derrumbó. "¡No es justo! ¡Mi castillo estaba quedando hermoso!", gritó José Pedro con lágrimas en los ojos. Martín y Sofía se sorprendieron por la reacción de su amigo.
No entendían por qué se había puesto tan triste por algo tan pequeño. "Tranquilo, José Pedro", dijo Martín acercándose a él. "A veces las cosas no salen como uno quiere, pero eso está bien". Sofía asintió y agregó: "Además, siempre podemos volver a intentarlo".
José Pedro respiró hondo e intentó calmarse. Sus amigos tenían razón: no debía dejarse llevar por la frustración. Decidió seguir jugando y reconstruir el castillo con ayuda de Martín y Sofía.
Mientras trabajaban juntos en el castillo de arena, llegaron otros niños del kinder para ver lo que estaban haciendo. Se maravillaron al ver lo bien que quedaba y se unieron a la construcción.
El castillo de arena crecía cada vez más, y José Pedro se sentía feliz de haber superado su enojo inicial. Se dio cuenta de que no importaba si las cosas no salían como él quería al principio, porque siempre había una oportunidad para mejorarlas. Pasaron los días y José Pedro siguió aprendiendo a controlar sus emociones.
A veces todavía se frustraba, pero recordaba lo que Martín y Sofía le habían enseñado: que podía intentarlo de nuevo y encontrar una solución.
Un día, durante una clase de dibujo, José Pedro estaba pintando un hermoso paisaje cuando accidentalmente derramó agua sobre su dibujo. En lugar de enojarse como antes, tomó otro papel y comenzó a hacer un nuevo dibujo. Cuando terminó, el profesor quedó sorprendido por la creatividad y belleza del segundo dibujo.
Le dijo a José Pedro que había logrado algo maravilloso al superar su frustración y comenzar de nuevo. José Pedro sonrió con orgullo. Sabía que aún tenía mucho por aprender, pero ya no tenía miedo de equivocarse o sentirse frustrado.
Había descubierto que siempre había una manera de seguir adelante y encontrar soluciones. Y así fue como José Pedro se convirtió en un niño valiente y perseverante.
Aprendió a autoregular sus emociones gracias a la ayuda de sus amigos Martín y Sofía, quienes siempre estuvieron ahí para apoyarlo. Desde aquel día en adelante, José Pedro supo que podía enfrentar cualquier desafío con calma y determinación.
Y aunque algunas veces las cosas no salieran como él esperaba, siempre había una oportunidad para mejorarlas y seguir adelante.
FIN.