El Jardín de las Emociones



En un pequeño pueblo llamado Sentimóvil, vivía una niña llamada Lila. Ella era conocida por su hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. A cada flor la había nombrado con el nombre de una emoción: alegría, tristeza, enojo, sorpresa y calma. Sin embargo, Lila aún no sabía cómo manejar cada una de esas emociones.

Una mañana, mientras cuidaba su jardín, Lila vio que la Flor de la Alegría se marchitaba. Entristecida, la llamó:

"Flor de la Alegría, ¿por qué te pones triste?"

"Porque no me estás cuidando bien, querida Lila. La alegría no puede florecer si no la hidratas con sonrisas y momentos felices."

Lila suspiró y asintió. Comenzó a recordar todas las alegrías que había vivido, y poco a poco, sonrió. Al instante, la flor comenzó a revivir.

Al día siguiente, Lila decidió que debía aprender a cuidar de todas sus emociones y las de sus amigos. Así que organizó una reunión en su jardín. Los niños del pueblo llegaron emocionados.

"Hoy, vamos a hablar sobre nuestras emociones. ¡Así podremos cuidar mejor de ellas!" explicó Lila, entusiasmada.

Primero, un niño llamado Tomás levantó la mano:

"Yo siempre me enojo cuando pierdo un juego. ¿Cómo puedo cuidar la Flor del Enojo?"

Lila sonrió y respondió:

"El enojo es como una tormenta, Tomás. Necesitas dejar que pase. Después de un rato, intenta hablar sobre lo que sientes con alguien que te escuche. ¡Así la flor podrá florecer, y el enojo se irá!"

Luego, fue el turno de una niña llamada Ana:

"¿Y qué hay de la Flor de la Tristeza? A veces, me siento muy sola."

Lila la miró con ternura y dijo:

"La tristeza también es importante. Hablar con amigos puede ayudarla a florecer. Cuéntales cómo te sientes. No tengas miedo de dejar que los demás te ayuden a hacer el día un poco más brillante."

Los niños comenzaron a sentirse más cómodos compartiendo sus emociones y consejos. Pero de repente, una nube oscura apareció en el cielo.

"¡Oh no! Se viene una tormenta. ¿Qué pasará con nuestras flores?" gritó Lucas, preocupado.

"No se preocupen –dijo Lila–. Si cuidamos de nuestras emociones, también podemos cuidar de nuestras flores. A veces, la tormenta puede ayudar a que crezcan más fuertes. Pero debemos aprender a reconocer qué necesitamos en esos momentos."

Mientras la lluvia caía, los niños se refugiaron debajo de un árbol. De pronto, se dieron cuenta de que era divertido estar juntos. Comenzaron a reír y jugar, y lo que parecía un mal momento se convirtió en una hermosa anécdota.

Cuando la tormenta pasó, los niños emergieron con sonrisas. Lila los miró y dijo:

"Miren nuestras flores. La lluvia les dio un nuevo brillo. Eso ocurre cuando aprendemos a manejar nuestras emociones. ¡Todas son importantes!"

Siguieron interactuando y debatiendo sobre cómo se sentían. Al día siguiente, el jardín estaba más hermoso que nunca. Las flores resonaban con colores vibrantes, cada una luciendo maravillosa.

Finalmente, Lila recordó que había una flor que nunca había nombrado. Se acercó a un espacio vacío y dijo:

"Esta será la Flor de la Comprensión, porque al comprender nuestras emociones y las de los demás, podemos hacer de este mundo un lugar más bello."

Todos los niños aplaudieron y sonrieron. Esa noche, mientras Lila se acostaba, pensó en cómo la amistad y la comunicación podían hacer que las emociones, incluso las difíciles, florecieran. Así, Lila cuidó sus emociones y las de sus amigos, convirtiendo su jardín en un hermoso reflejo de sus corazones.

Y desde ese día, cada vez que alguien en Sentimóvil sentía una emoción intensa, recordaban el Jardín de las Emociones y lo importante que era cuidarlas como si fueran flores. Todo estaba conectado: la alegría traía colores, la tristeza profundidad, el enojo fuerza, la calma paz, y la comprensión unidad.

FIN.

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