El Jardín de las Emociones



En un pequeño barrio en Buenos Aires, había un niño llamado Mateo. Tenía un pequeño jardín lleno de flores de colores brillantes que cuidaba con mucho amor. Un día, mientras Mateo regaba sus plantas, su vecina Sofía, una niña muy curiosa, se le acercó.

"¡Hola, Mateo! ¿Puedo ayudarte con las flores?" preguntó Sofía con una sonrisa.

"Hola, Sofía. Claro, me encanta trabajar en el jardín. Cada flor representa una emoción diferente," respondió Mateo.

Sofía miró alrededor, intrigada.

"¿Flores que representan emociones? ¿Cómo es eso?"

"Sí, mira, esta flor amarilla representa la alegría. Y la roja es el amor. La azul es tranquila como el cielo. A veces, cuando tengo un día difícil, me siento mejor al cuidar de ellas."

Sofía, interesada, se agachó y tocó una flor blanca.

"¿Y esta qué significa?"

"La blanca es para la calma. A veces, es difícil encontrar la calma. Pero aquí, en mi jardín, puedo respirarla."

Los días siguientes, Sofía y Mateo empezaron a pasar más tiempo juntos. Un jueves, mientras jugaban a las escondidas, Mateo se apartó un poco, porque sentía que su cabeza estaba llena de ideas y no sabía cómo manejarlas.

Sofía lo encontró sentado entre las flores.

"Mateo, ¿estás bien?" preguntó con preocupación.

"A veces tengo muchas cosas en mi cabeza. Todo parece un lío," respondió Mateo.

"¿Quieres contarme? Estaré aquí para escucharte," ofreció Sofía.

"No sé si sepas, pero a veces me cuesta hablar de mis sentimientos," dijo Mateo.

Sofía pensó un momento y luego sonrió.

"Podemos inventar una forma diferente de hablar. Tal vez cada vez que sientas una emoción, elijamos una flor y le hablemos a ella, como si fuera una amiga. ¿Qué te parece?"

"¡Sí! Eso sería genial!" se iluminó Mateo.

Desde ese día, crearon un pequeño ritual. Cada vez que Mateo sentía una emoción, mejor era una flor. Si estaba alegre, la flor amarilla. Cuando estaba triste, la azul.

Un día, descubrieron que en la escuela habría un concurso de jardinería. Sofía estaba emocionada.

"¡Mateo! ¡Podemos presentar nuestro jardín!"

"No creo que sea buena idea. A veces me pongo nervioso en concursos," contestó Mateo, un poco preocupado.

"Pero lo haremos juntos. A veces los nervios están bien si hay alguien que los comparte. Y nuestro jardín es especial porque cuenta nuestras historias. ¿No crees?"

"Tienes razón. Me gustaría mostrarle a todos cómo pueden entender sus sentimientos con flores," afirmó Mateo, sintiéndose más seguro.

Días después, trabajaron juntos en el jardín. Cuando llegó el día del concurso, Mateo estaba más nervioso que nunca.

"Recuerda, toda flor tiene una historia. Necesitamos sólo contar la nuestra," le dijo Sofía.

Con una mezcla de emoción y nervios, Mateo comenzó a hablar sobre las flores y lo que cada una significaba.

"Esta flor representa la alegría y esta es para la calma. Todos somos un jardín con muchas emociones y, a veces, sólo necesitamos encontrar la forma de expresarlas."

Los jurados, tocados por las palabras de Mateo y la belleza del jardín, sonrieron. Al final del día, anunciaron que habían ganado el primer premio.

"¡Lo logramos, Mateo!" exclamó Sofía.

"Y lo hicimos juntos. ¡Gracias por ayudarme a encontrar mi voz!"

Mateo aprendió que no importa cuán diferentes seamos, siempre podemos encontrar una manera de compartir nuestras emociones. Desde ese día, su jardín no solo floreció con colores, sino también con amistad y confianza.

Y así, el jardín de las emociones se convirtió en un lugar especial para todos los niños del barrio, un lugar donde podían compartir y entender sus sentimientos, cada uno representado a través de una hermosa flor.

Fin.

FIN.

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