El jardín de las emociones

Había una vez un grupo de niños llamados Martín, Sofía y Lucas que vivían en un pequeño pueblo rodeado de hermosos jardines. Un día, mientras paseaban por el parque, descubrieron un sendero oculto detrás de unos arbustos.

Intrigados, decidieron aventurarse y seguir el sendero hasta llegar a un jardín mágico. Era un lugar maravilloso lleno de plantas y flores brillantes. Pero lo más sorprendente era que cada planta representaba una emoción diferente.

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El niño llamado Martín se acercó a la primera planta y vio una flor muy triste. "¿Por qué estás tan triste?", preguntó Martín con curiosidad. La planta respondió con voz suave: "-Estoy triste porque nadie me riega ni cuida".

Martín se sintió compasivo y rápidamente agarró la regadera cercana para regarla. A medida que el agua tocaba las raíces de la planta, esta comenzó a levantarse y sus hojas adquirieron un tono más vibrante.

Sofía se acercó a otra planta que parecía estar llena de ira. "-¡Estoy furiosa!", gritaba la planta. Sofía le preguntó: "-¿Por qué estás tan enfadada?"La planta explicó: "-Me siento ignorada y no puedo controlar mi rabia".

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Sofía entendió cómo se sentía la planta e intentó tranquilizarla hablándole suavemente. Poco a poco, la ira de la planta disminuyó y sus hojas volvieron a tener un color verde saludable. Por último, Lucas se encontró con una planta llena de alegría.

"-¡Estoy tan feliz!", exclamó la planta. Lucas sonrió y le preguntó: "-¿Por qué estás tan contenta?"La planta respondió: "-Me siento amada y cuidada por todos los que me rodean".

Lucas también se sintió feliz al escuchar esto y decidió pasar más tiempo en el jardín para asegurarse de que todas las plantas recibieran amor y atención. A medida que los niños exploraban el jardín, descubrieron muchas otras plantas con diferentes emociones como miedo, sorpresa, calma y tristeza.

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Aprendieron a reconocer cada emoción y cómo manejarla adecuadamente. Después de un tiempo, los niños se dieron cuenta de que no solo estaban ayudando a las plantas a crecer y florecer, sino que también estaban aprendiendo sobre sus propias emociones.

Comenzaron a aplicar lo que habían aprendido en su vida diaria, expresando sus sentimientos de manera saludable y comprensiva. El Jardín de las Emociones se convirtió en su lugar favorito para visitar.

Cada vez que iban allí, descubrían nuevas emociones y aprendían algo nuevo sobre sí mismos. Con el tiempo, los niños compartieron lo que habían aprendido con otros amigos del pueblo. El jardín mágico se convirtió en un lugar donde todos podían aprender a entender y manejar sus emociones juntos.

Y así fue como Martín, Sofía y Lucas descubrieron la importancia de cuidar nuestras emociones como si fueran preciosas flores en un hermoso jardín.

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