El Jardín de las Emociones



En el corazón de un pequeño pueblo, había un jardín muy especial: el Jardín de las Emociones. Este jardín, lleno de flores de todos los colores, era cuidado por una anciana sabia llamada Abuela Alegría. Cada flor representaba una emoción diferente: la alegría, la tristeza, el miedo y la ira.

Un día, dos amigos inseparables, Lía y Tomi, decidieron visitar el jardín. Mientras paseaban por los senderos, Lía se detuvo ante una flor de color amarillo brillante.

"¿Ves esa flor? Esa es la flor de la alegría", dijo Abuela Alegría con una sonrisa.

"Es hermosa, quiero recogerla para mi casa", dijo Lía.

"No podemos arrancar las flores, Lía. Debemos aprender a cuidar nuestras emociones", respondió Tomi, observando la flor con cuidado.

Abuela Alegría asintió y continuó explicando:

"Cada emoción tiene su propia razón de ser. La alegría es maravillosa, pero también debemos entender la tristeza y el miedo. Así como hacemos aquí en el jardín, cada emoción necesita ser cuidada".

Intrigados, Lía y Tomi decidieron explorar más a fondo. Se adentraron en el jardín y llegaron a un rincón donde crecía una flor de un tono azul profundo.

"¿Y esta flor qué emoción representa?", preguntó Tomi.

"Esa es la flor de la tristeza. A veces, sentimos tristeza, y eso está bien. La tristeza también tiene su lugar aquí, como parte del ciclo de la vida", explicó Abuela Alegría.

Lía, sintiéndose un poco confundida, dijo:

"Pero no quiero sentirme triste nunca. La tristeza no es bonita".

Abuela Alegría sonrió y explicó:

"La tristeza, aunque parezca fea, nos ayuda a valorar la alegría. A veces, llorar es necesario, y al final siempre llega un nuevo amanecer".

Los amigos continuaron su recorrido y llegaron a otra área del jardín, donde una flor de color rojo intenso vibraba con fuerza.

"Esa flor representa el enojo. También hay que aprender a manejarla", dijo Abuela Alegría.

"Pero, si te enojas, ¿no es mejor solo dejar las cosas así?", preguntó Tomi, un poco confundido.

"No, Tomi. El enojo es natural, pero debemos expresarlo de manera adecuada. Si no lo hacemos, se puede convertir en algo destructivo".

Al escuchar esto, Lía y Tomi se dieron cuenta de que jamás pensaron en las emociones de esa manera. Abuela Alegría, percibiendo su interés, les ofreció un desafío:

"¿Quieren aprender a cuidar cada una de estas flores? Hoy tendrán la oportunidad de trabajar en el jardín y, a cambio, les enseñaré a entender sus emociones".

Entusiasmados, los niños comenzaron a trabajar. Regaban las flores, limpiaban las hojas y, mientras lo hacían, se contaban entre risas sus propios miedos, tristezas y alegrías.

Una vez que terminaron, se sentaron a la sombra de un árbol frondoso.

"Nunca había comprendido que sentir tristeza o enojo es normal", dijo Lía, con una ligera sonrisa.

"Ahora entiendo que las emociones son como flores: algunas son brillantes y hermosas, mientras que otras pueden parecer sombrías pero son igual de importantes", concluyó Tomi.

Abuela Alegría sonrió, satisfecha con su aprendizaje.

"Recuerden, mis pequeños amigos, las emociones son como un arcoíris. La felicidad es sólo una parte de un todo más grande. Cada color tiene su significado, y juntos forman la belleza de la vida".

Contentos, Lía y Tomi decidieron visitar el jardín cada semana. Así, aprendieron a cuidar y expresar sus emociones, entendiendo que cada una de ellas tenía su razón de ser y su momento especial, como las flores en el jardín.

Desde entonces, nunca más sintieron miedo de sus emociones, porque sabían que todas eran parte de un hermoso jardín que, al final, florecería en sus corazones.

FIN.

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