El Jardín de las Emociones



Había una vez, en un barrio lleno de colores, un pequeño jardín donde vivían tres amigos: Lila, una mariposa de alas brillantes; Timo, un travieso saltamontes; y Susi, una dulce flor que siempre escuchaba a sus amigos.

Un día, Lila llegó al jardín muy emocionada.

"¡Timo, Susi! ¡Hoy encontré un lugar maravilloso lleno de flores!"

"¡Qué alegría, Lila!" dijo Timo mientras daba saltitos.

"Pero, ¿por qué no me invitaste antes?" preguntó Susi, un poco triste.

"Lo siento, Susi. No quise hacerte sentir mal. No pensé que te gustaría" contestó Lila, sintiéndose culpable.

Susi, aún con un tonito apagado, dijo:

"A veces, también me gustaría estar en ese lugar. A veces me siento un poco olvidada."

Lila se dio cuenta de que había herido los sentimientos de su amiga.

"Perdón, Susi. No quise lastimarte. ¿Por qué no venimos todos juntos a explorar el jardín mágico?"

Timo saltó de la emoción.

"¡Sí! ¡Vamos ya!"

Los tres amigos caminaron juntos hacia el lugar del que hablaba Lila. Pero al llegar, se dieron cuenta de que había un gran charco de agua en el medio del camino.

"¿Qué haremos? No puedo saltar tan lejos" dijo Timo, algo preocupado.

"Yo no puedo volar sobre él..." agregó Lila, inquieta.

"¡Esperen!" exclamó Susi, que miraba atentamente.

"Podemos hacer una gran hoja con las flores y empujarla sobre la charca. Así podremos cruzar juntos."

"¡Qué gran idea, Susi!" dijo Lila, emocionada.

Todos se pusieron a trabajar con alegría, recogiendo hojas y petalos para armar la gran hoja. Mientras armaban su invento, Susi sonreía al ver cómo Mariposa y Saltamontes la motivaban a ser creativa.

Una vez lista la hoja, Timo, Lila y Susi se subieron y empujaron con todas sus fuerzas.

"¡Una! ¡Dos! ¡Tres! ¡Ahora!" gritaron al unísono, y surcaron el charco con una gran risotada, sintiéndose muy felices de haberlo logrado juntos.

Cuando llegaron al otro lado, Susi gritó:

"¡Funciona! ¡Lo hicimos! ¡Gracias por escucharme, amigos!"

Lila y Timo, abrazándola, respondieron:

"¡Siempre! ¡Tu voz es importante para nosotros!"

Al final, encontraron un espacio lleno de colores y empezaron a jugar. Lila, Timo y Susi comprendieron que era esencial escuchar y entender cómo se sentía cada uno. Al regresar a su jardín, sabían que podían compartir sus emociones y estar allí los unos para los otros, sin importar lo que pasara.

Desde ese día, el Jardín de las Emociones se llenó de risas, colores y la promesa de seguir siendo amigos, aprendiendo juntos en cada aventura. Y así, aprendieron que las emociones son parte de la vida, pero juntos podían hacer que cada día fuera especial.

FIN.

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