El Jardín de las Emociones
Era un día soleado en el pequeño pueblo de Colores, donde vivían cinco amigos: Aurora, Alex, Fiorella, Saul y Enrique. Cada uno de ellos tenía su propio jardín de emociones, y aunque muy distintas, cada emoción era importante.
Aurora era conocida en el pueblo por su forma de expresar la tristeza, una emoción que, aunque no siempre se comprendía, era parte de su jardín. Un día, mientras regaba sus flores, Aurora suspiró:
"A veces siento que la tristeza me abruma, pero creo que también me ayuda a apreciar los días felices."
Alex, con su energía contagiosa, era quien más alegría traía al grupo. Sin embargo, tenía una lucha interna con la envidia. Cada vez que veía a otros amigos con cosas que él deseaba, le costaba ocultar su sentimiento.
"Me gustaría tener un juguete como el de Saul, pero al mismo tiempo, sé que no debería sentirme así..." murmuró Alex, mientras pensaba cómo desear lo de otros sin sentirse mal.
Fiorella siempre mostraba su ira, pero en realidad, solo quería que la escucharan. Un día, mientras jugaban, estalló en un grito:
"¡No pueden seguir ignorándome! ¡Estoy aquí!"
Los amigos se detuvieron, y Enrique se acercó a ella con una sonrisa:
"Fiorella, no necesitamos gritar para que nos escuchen. Hablemos todos juntos."
Saul, por su parte, enfrentaba la ansiedad. Cada vez que tenía que tomar una decisión, le costaba mucho. Un día, mientras estaban en un concurso de talentos, dijo:
"¿Y si no lo hago bien? ¿Y si me critican?"
Aurora, quien siempre sabía cómo consolar, le dijo:
"La verdad es que todos estamos aquí para disfrutar, y no hay una respuesta correcta. Solo da lo mejor de vos."
Con el tiempo, los cinco amigos decidieron que era importante unirse y trabajar juntos en sus emociones. Crearon un espacio donde cada uno podía expresar su carga emocional sin miedo al juicio. Así nació "El Jardín de las Emociones", un lugar mágico lleno de plantas que crecían tanto en la tristeza como en la alegría, incluso en la ira y la ansiedad.
Un día, mientras estaban en su jardín, un gran arco iris apareció en el cielo, y todos se llenaron de asombro.
"¡Miren ese arco iris! Es como si todas nuestras emociones se unieran en uno solo",
exclamó Alex, dejando de lado su envidia por un momento.
"Y eso es lo hermoso de nuestras emociones, son todas importantes y están conectadas, como los colores de este arco iris,"
dijo Fiorella con una sonrisa.
Con cada nuevo día, el jardín florecía y los amigos aprendían a cuidar sus emociones. Practicaban la paciencia con la tristeza, el valor ante la ira, la aceptación frente a la ansiedad, y el reconocimiento de que la envidia era una forma de desear lo que los demás tenían, pero no siempre debía ser negativo.
Y así, cada uno cultivaba su parte del jardín, ayudándose mutuamente en un ciclo que les enseñó la importancia de aceptar cada emoción como un color que enriquece la vida. Aurora sonreía al ver cómo cada amigo se volvía un experto en sus propias emociones.
En una hermosa tarde, mientras estaban juntos, Aurora dijo:
"Nuestro jardín es un reflejo de lo que somos. ¿No es hermoso ver cómo hemos crecido juntos?"
Desde entonces, aprendieron que, al igual que el jardín, las emociones podían crecer y florecer, y aunque a veces se presentaban en formas complicadas, siempre había una solución cuando se compartían y resolvían entre amigos.
Cada niño en el pueblo de Colores, al enterarse del Jardín de las Emociones, comenzó a cultivarlo también en sus propios corazones, aprendiendo a lidiar con sus propias experiencias y compartiendo sus emociones sin prejuicios. Y así, todos juntos, llenaron el pueblo de un hermoso arco iris.
FIN.