El Jardín de las Emociones
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoíris, un jardín mágico donde las emociones de los niños crecían como flores. Cada tipo de emoción tenía su propia flor, y cada color representaba un sentimiento diferente. En este jardín vivía un grupo de amigos: Sofía, un poco tímida y siempre curiosa; Tomás, que era muy alegre y nunca se perdía una broma; y Lila, que era muy sensible y empática.
Un día, mientras exploraban el jardín, Sofía notó que una flor marchitaba en el rincón más oscuro.
"¿Por qué está triste esa flor?" - preguntó.
Lila se acercó y la observó bien.
"Creo que se siente sola. A veces, las emociones también necesitan compañía." - respondió con voz suave.
Tomás tuvo una idea.
"¡Vamos a hacer un grupo de flores! Así ninguna se sentirá sola." - exclamó entusiasmado.
Empezaron a recoger flores de alegría y amistad, creando un hermoso ramo. Sin embargo, cuando volvieron a la flor triste, se dieron cuenta de que en el ramo había más flores de alegría que de tristeza.
"Tal vez lo que necesita es un poco de tristeza para sentirse bien. Después de todo, ¡todas las emociones son importantes!" - dijo Sofía.
Decidieron entonces añadir algunas flores que simbolizaban tristeza y miedo al ramo. Al ponerlas cerca de la flor marchita, esta comenzó a levantar sus pétalos.
"Gracias, amigos, por incluirme. A veces me siento así y creía que no era necesario expresarlo" - dijo la flor con voz suave.
Pasaron los días y los niños se dieron cuenta de que en el jardín habían diversas emociones. Un día, mientras jugaban, Lila se sintió muy frustrada porque no podía hacer que todos sus amigos tuvieran el mismo ritmo en una carrera de obstáculos.
"¡Esto es tan difícil!" - exclamó Lila, cruzándose de brazos.
Tomás, que siempre tenía una sonrisa, se acercó.
"Lila, ¿por qué no hacemos un descanso? A veces es bueno pausar y respirar un poco. ¡Ajá! A ver quién puede sacar las flores más grandes mientras tanto." - sugirió.
Aprovecharon el momento para hablar de su frustración.
"A veces me siento así cuando no puedo alcanzar las metas que me propongo." - confesó Lila, mientras se llenaba de flores.
"Es normal sentir frustración. Lo importante es cómo la manejamos." - le recordó Sofía.
Continuaron más relajados, aprendiendo a aceptar sus emociones y ayudándose mutuamente. Un día, de repente, una tormenta azotó el jardín, y las flores comenzaron a caer. Los amigos se asustaron, pero a Tomás se le ocurrió una idea.
"¡Vamos a proteger nuestras flores!" - gritó. Juntos, hicieron un pequeño refugio con ramas y hojas.
"No dejemos que el miedo nos detenga. ¡Estamos juntos!" - dijo Sofía, animando a Lila, que estaba un poco asustada.
Después de la tormenta, el jardín estaba diferente, pero brillante. Las flores, incluso las que habían sido desafiadas, florecían de un modo impresionante. Lila notó que la flor triste ahora tenía una nueva compañera, una flor que brillaba con fuerza.
"¿Ves? Las emociones pueden cambiar, crecer y conectarse unas con otras. La tristeza puede volver a convertirse en belleza. Lo importante es expresarse y aceptar cada emoción como parte de nosotros." - reflexionaron todos.
Desde entonces, en el Jardín de las Emociones, los niños aprendieron que no estaba mal sentir tristeza o frustración. Juntos lograron cuidar de su jardín y sus emociones, haciendo de Arcoíris un lugar más brillante y armónico.
Y así, Sofía, Tomás y Lila continuaron creando un equipo en el que cada emoción tenía su espacio y su valor, convirtiéndose en guardianes de su propio Jardín de las Emociones.
FIN.