El Jardín de las Emociones
En un pequeño pueblo, había un grupo de amigos que solían jugar en el parque. Sin embargo, algo había cambiado. Clara, Mateo, Sofía y Tomás habían perdido a su querido perro, Lucas, y el ambiente de juegos se había transformado en un silencio pesado. A veces se encontraban en el parque, pero no decían nada, solo miraban al suelo.
Un día, mientras los niños se reunían en un rincón del parque, Clara decidió romper el silencio.
"No puedo dejar de pensar en Lucas. Lo extraño tanto..." - dijo Clara con lágrimas en los ojos.
"Yo también lo extraño, pero no sé qué hacer" - respondió Mateo, apretando sus puños.
Sofía, que siempre había sido la más alegre del grupo, se sintió abrumada. "A veces siento una tristeza tan grande que no puedo reír ni jugar" - confesó.
Tomás, el más callado, miró a sus amigos y finalmente habló. "Yo quiero llorar, pero siento que no puedo..." - y dejó escapar un suspiro.
Fue entonces cuando una anciana del barrio, a la que los niños conocían como la señora Rosa, se acercó a ellos. Siempre había tenido el don de escuchar y hablar.
"Hola, pequeños, ¿qué ocurre? Los veo muy tristes" - preguntó.
"Perdimos a Lucas, nuestro perro, y estamos muy tristes" - explicó Clara.
La señora Rosa los miró con dulzura. "Es normal sentir tristeza cuando perdemos a alguien que amamos. A veces, esas emociones son como nubes oscuras que nos cubren el sol. Pero si no las dejamos salir, se acumulan y nos hacen sentir peor".
Los niños se miraron confundidos. Hasta ese momento, habían intentado seguir adelante, pero no sabían cómo gestionar su dolor.
La señora Rosa continuó: "¿Sabían que hay un jardín en el parque donde pueden plantar sus sentimientos? Cada vez que sientan tristeza o rabia, pueden venir aquí y plantar una semilla para dejarlo ir".
Intrigados, los niños decidieron seguir a la señora Rosa hacia un pequeño rincón del parque que había estado descuidado durante años. La anciana les entregó semillas de flores de colores y les explicó:
"Cada vez que quieran compartir cómo se sienten, pueden plantar una semilla y con ella, dejar que sus emociones crezcan en este jardín".
Emocionados, Clara, Mateo, Sofía y Tomás comenzaron a hacer pequeños agujeros en la tierra y plantar sus semillas.
"Yo planto esta semilla por la tristeza que siento" - dijo Clara, mientras miraba la tierra.
"Yo planto una por la rabia que tengo" - agregó Mateo, dando fuerza a su movimiento.
"Y yo planto una por el vacío que siento" - dijo Sofía, mientras sus ojos brillaban por la luz del sol.
Tomás, todavía dudando, observó a sus amigos. "¿Y si planto una semilla por mi miedo a estar solo sin Lucas?" - al fin se decidió.
Con cada semilla que plantaban, el jardín comenzaba a florecer. Las flores, en su diversidad, eran un hermoso reflejo de sus emociones. A partir de ese día, el grupo se encontró más seguido en el parque, notando que no solo el jardín crecía, sino también su alegría compartida.
Una tarde, la señora Rosa regresó al jardín para ver cómo había crecido. Al ver las flores, sonrió.
"¿Vieron cómo sus emociones pueden transformarse en algo hermoso?" - les preguntó.
"Sí, ahora entendemos que está bien sentir tristeza, pero también se puede convertir en algo bonito" - respondió Sofía.
Mateo se animó y dijo: "Cada vez que vengo aquí y veo las flores, me recuerdo de Lucas y sonrío al recordarlo".
Ya no se sentían tan solos en su tristeza. Habían encontrado una forma de compartir sus sentimientos y, poco a poco, el jardín se convirtió en un lugar especial donde cada emoción, buena o mala, tenía su lugar.
Con el tiempo, el grupo decidió hacer del jardín un lugar de alegría y amistad, donde también podían jugar y reír recordando a su amigo Lucas. Cada flor que florecía era un símbolo de las emociones que habían aprendido a manejar juntos, y así, comenzaron a hacer un jardín lleno de risas y colores donde siempre llevarían en su corazón el recuerdo de su perro y sus lecciones de vida.
Y así, en el pequeño pueblo, los amigos descubrieron que podía haber belleza incluso en las emociones más tristes. Y que, si se compartían, nunca se estarían solos.
FIN.