El Jardín de las Emociones
En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, había un jardín mágico donde crecían las emociones. Cada planta representaba una emoción diferente: felicidad, tristeza, enojo, sorpresa y miedo. Los habitantes del pueblo a menudo visitaban el jardín para aprender a manejar sus sentimientos.
Un día, Lía, una niña curiosa y alegre, decidió explorar el jardín. Se acercó a la planta de la felicidad, que siempre estaba llena de flores brillantes y coloridas.
"¡Hola, planta de la felicidad!" - saludó Lía. "¿Cómo puedo sentirme aún más feliz?"
"Cuida de mí y comparte tu alegría con los demás, y floreceré aún más" - respondió la planta sonriendo.
Entusiasmada, Lía recogió flores de la planta y se las regaló a sus amigos del pueblo. Todos estaban tan felices que decidieron hacer una fiesta. Pero cuando llegaron al jardín, encontraron a la planta de la tristeza, que se veía marchita y apagada.
"¿Qué te sucede, planta de la tristeza?" - preguntó Lía.
"A veces, me siento sola, y olvidan que estoy aquí" - respondió la planta con un suspiro.
Lía pensó en cómo podría ayudar:
"¡Hagamos un juego!" - sugirió. "Podemos compartir historias tristes y así pasaremos tiempo juntos".
Al principio, sus amigos dudaron, pero Lía les explicó:
"A veces, hablar sobre lo que nos hace sentir tristes puede ayudarnos a sentirnos mejor".
Entonces, se sentaron alrededor de la planta de la tristeza y comenzaron a contar historias. Al finalizar el juego, la planta se mostró agradecida.
"¡Gracias por escucharme! Ahora me siento un poco más alegre" - dijo la planta, mostrando algunas hojas verdes.
Lía sonrió al ver que su idea había funcionado, y decidió que era hora de seguir explorando. Se acercó a la planta del enojo, que estaba llena de espinas.
"Hola, planta del enojo. ¿Por qué tienes espinas?" - preguntó Lía con curiosidad.
"Cuando la gente no sabe manejar su enojo, se hace más fuerte y espinoso" - respondió la planta. "Te recomiendo que cuando sientas enojo, tomes un respiro profundo y lo expreses sin herir a nadie".
Lía recordó que a veces, cuando sus amigos discutían, el enojo estallaba. Entonces, decidió hacer un juego de respiración.
"Chicos, ¿qué les parecería hacer un juego largo cuando nos enojamos? Así podemos aprender a calmarnos".
Y así lo hicieron. Todos respiraban profundamente juntos cada vez que se sentían molestos, lo que ayudó a reducir el enojo en el grupo.
Más tarde, Lía se encontró con la planta de la sorpresa, que tenía grandes flores de colores vivos.
"¡Hola, planta de la sorpresa! ¿Por qué eres tan colorida?" - preguntó Lía emocionada.
"Porque la sorpresa puede ser buena o mala, pero siempre trae emociones" - explicó la planta.
"¡A veces hay sorpresas maravillosas!" - dijo Lía. "¿Qué tal si organizamos una sorpresa para todos?".
Claro, sus amigos se unieron a la idea de preparar una sorpresa: un picnic. Cada uno se encargó de traer algo delicioso y juntos decoraron el lugar. Cuando todo estuvo listo, los habitantes del pueblo llegaron y quedaron deslumbrados.
"¡Wow, esto es sorprendente!" - exclamó uno de los amigos.
La planta de la sorpresa brilló más que nunca.
Finalmente, Lía se acercó a la planta del miedo, que tenía hojas temerosas.
"Hola, planta del miedo. ¿Qué te pasa?" - preguntó con amabilidad.
"El miedo a menudo se siente solo y paraliza a las personas" - respondió la planta. "A veces, les impide probar cosas nuevas".
Lía pensó en sus propios miedos y decidió compartir una aventura. "¿Qué tal si organizamos una pequeña excursión al bosque? Así, todos podremos enfrentar nuestros miedos, juntos". A sus amigos les encantó la idea, así que se prepararon y se fueron.
Después de una emocionante jornada en el bosque, regresaron al jardín. Todas las plantas estaban más felices que nunca. Lía miró a su alrededor y vio un bello espectáculo: cada planta brillaba con colores vibrantes.
"¡Hicimos un gran trabajo!" - dijo.
Y así, desde ese día, los habitantes del pueblo aprendieron a cuidar de su Jardín de las Emociones, hablando sobre sus sentimientos, disfrutando de sorpresas, y apoyándose en los momentos difíciles.
Al final del día, el jardín se convirtió en un lugar donde todos podían recoger flores de felicidad, en lugar de espinas de enojo, y aprender a convivir con sus emociones, siempre con una sonrisa en el rostro.
FIN.