El Jardín de las Esperanzas



Había una vez un pequeño pueblo llamado Sonrisas, donde todos sus habitantes eran alegres y disfrutaban de la vida. Sin embargo, en una casita de colores, vivía un niño llamado Nico que a veces se sentía un poco diferente. A pesar de que adoraba jugar con sus amigos, en ocasiones, sentía que un nubarrón gris se posaba sobre él, haciendo que se sintiera triste.

Un día, mientras miraba por la ventana, Nico vio a un pequeño pájaro que parecía perdido.

- ¡Hola, pajarito! - dijo Nico - ¿Por qué no cantas como los demás?

El pajarito miró a Nico con tristeza.

- No puedo, no tengo ganas - respondió el pájaro, moviendo su cabeza.

Nico sintió que simpatizaba con el pajarito. De repente, decidió que necesitaba ayuda. Se acordó de su abuela, Lita, quien siempre decía que compartir los sentimientos ayuda a liberarse de las nubes grises.

Nico caminó hacia la cocina y encontró a Lita haciendo galletas.

- Abuela, a veces me siento triste y no sé por qué - confesó Nico, mirando hacia el suelo.

Lita sonrió y lo abrazó.

- Está bien sentirse así, Nico. Lo importante es hablarlo. ¿Te gustaría que fuéramos al Jardín de las Esperanzas? Allí hay un lugar especial donde cada sentirse triste se convierte en algo bonito.

Nico asintió, sintiéndose curioso. Juntos fueron al Jardín de las Esperanzas, un lugar mágico donde las flores susurraban y los árboles contaban historias. Al llegar, se encontraron con una hermosa mariposa que volaba de un lado a otro.

- ¡Hola! - exclamó la mariposa - Bienvenidos al Jardín. Aquí las tristezas se transforman en colores.

- ¿Cómo funciona? - preguntó Nico, intrigado.

- Simplemente hablando y compartiendo, pueden ver cómo sus nubes se convierten en arcoíris - dijo la mariposa.

Nico y Lita comenzaron a contarle a la mariposa las cosas que les preocupaban. Nico habló sobre sentirse solo a veces.

- A veces creo que no debo sentirme así, pero me resulta difícil - admitió.

La mariposa escuchó atentamente.

- Es normal sentirnos así, Nico. Pero cuando lo dices, puedes volar alto. Vamos, ¡imaginemos que tu tristeza se convierte en un hermoso arcoíris! - sugirió la mariposa.

Nico cerró los ojos e imaginó un arcoíris que aparecía en el cielo, lleno de colores brillantes. Al abrirlos, notó que el jardín llenaba sus sentidos.

Poco a poco, cada palabra que compartió con la mariposa y su abuela fue rompiendo las cadenas de la nube gris.

Después de un rato, la mariposa dijo:

- ¿Ves? ¡Ya comenzaste a volar! A veces, la amistad y la conversación son las alas que necesitamos.

De repente, se escuchó una risa proveniente de detrás de unos arbustos. Nico y Lita se acercaron y encontraron a sus amigos: Tomás, Sofía y Lucas.

- ¡Hola, Nico! - saludaron todos al unísono.

Nico, aún emocionado, les contó sobre su experiencia en el Jardín de las Esperanzas.

- Nunca pensé que compartir lo que siento pudiera hacerme tan feliz - dijo Nico, sonriendo.

Los amigos se unieron en un círculo y comenzaron a hablar donde cada uno compartía algo de sus vidas. Risas y colores comenzaron a llenar el jardín. Cada inseguridad, cada tristeza fue escuchada y transformada en alegría.

Con el tiempo, Nico aprendió que no estaba solo, que siempre podía hablar y compartir sus sentimientos con quienes amaba. Juntos crearon un club llamado ‘Los Amigos del Arcoíris’, donde se reunían a hablar y jugar, transformando cada nube gris en un hermoso arcoíris.

Y así, en el pueblo de Sonrisas, el nubarrón gris que una vez se posó sobre Nico voló lejos, dejando atrás un cielo lleno de colores.

Fin.

FIN.

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