El Jardín de las Ideas



En un futuro no muy lejano, la imaginación de las personas se convirtió en un bien tan valioso que todo lo nuevo y original debía ser registrado en una base de datos global. Cada idea tenía su propio código y, una vez registrada, era propiedad de quien la había creado. El mundo había cambiado drásticamente y con él, la forma en que los seres humanos se relacionaban entre sí.

En un pequeño barrio de la ciudad, donde todo parecía gris y monótono, vivía una niña llamada Luna. Ella tenía un gran sueño: ser inventora. Cada día, antes de ir a la escuela, se sentaba en su jardín favorito, un rincón secreto lleno de flores y mariposas, donde su imaginación volaba libre. Pero un día, mientras dibujaba ideas para su primera invención, se topó con algo sorprendente.

"¿Qué es esto?" - se preguntó al descubrir un brote brillante que crecía entre la tierra.

Esa noche, al llegar a casa, Luna le contó a su madre.

"Mamá, encontré una planta mágica en el jardín. Tal vez pueda inventar algo fantástico con ella."

Su madre sonrió pero frunció el ceño.

"Ten cuidado, Luna. ¿No sabes que las ideas tienen dueño? Asegúrate de registrar tu planta en la base de datos antes de que alguien más lo haga."

Luna se sintió desilusionada. La idea de registrar su planta significaba que perdería la libertad de usarla como quisiera. Sin embargo, no podía dejar pasar la oportunidad. Así que, al día siguiente, corrió a la oficina de patentes.

La oficina estaba abarrotada de personas, cada una con su idea en mano. Luna sintió que su corazón latía rápido.

"¿Qué pasará si no registro mi planta a tiempo?" - le preguntó al funcionario.

"Simplemente, perderás su derecho de uso. Y alguien más podría apropiarse de ella." - respondió el funcionario con indiferencia.

Luna decidió que no permitiría que su pasión se convirtiera en una mera mercancía. Al volver a casa, se sentó en su jardín y comenzó a dialogar con su planta.

"Si eres mágica, ¿por qué no haces algo que nos ayude?" - le dijo.

Y, de pronto, una mariposa brillante, que parecía un pequeño destello de luz, apareció frente a ella.

"Soy la guardiana de las ideas creativas. Vengo a ayudarte, Luna. Necesitamos asegurarnos de que los sueños no se pierdan en esta rutina del registro."

Luna se sintió emocionada.

"¿Qué podemos hacer?"

"Vamos a sembrar un Jardín de Ideas. Cada vez que alguien venga a buscar inspiración, podrá encontrarla aquí sin necesidad de registrarla. Las ideas son libres, deberían serlo siempre."

Con la ayuda de la mariposa, Luna empezó a sembrar semillas de ideas en su jardín. Se hizo conocida en su barrio como la niña que daba vida a los sueños, sin limites ni restricciones. Pronto, su jardín comenzó a atraer a otros niños que venían a compartir sus propias ideas. No importaba si eran locuras o genios creativos, lo que importaba era la libertad de soñar.

Un día, el Alcalde del barrio se enteró de lo que estaba pasando. Decidió visitar el jardín. Al llegar, se quedó asombrado al ver a tantos niños riendo y creando.

"¿Qué sucede aquí?" - preguntó sorprendido.

"Estamos festejando las ideas libres, señor alcalde. Creemos que la creatividad no debería ser patentada." - le respondió Luna con emoción.

Al ver la felicidad en los rostros de los niños y sintiéndose inspirado, el Alcalde decidió cambiar las cosas.

"Tal vez deberíamos replantear nuestra legislación sobre la propiedad intelectual. Tal vez, las ideas realmente deberían fluir como el agua, y no aprisionadas en un papel. Unámonos, juntos podemos hacer la diferencia!"

El Jardín de Ideas se convirtió en un símbolo de libertad en toda la ciudad. La gente comenzó a recordar que el verdadero valor de una idea no estaba en su precio, sino en el poder que tenía para inspirar a otros.

Y así, por mucho tiempo, Luna y sus amigos siguieron sembrando ideas en su jardín, recordando siempre que las mejores invenciones surgen cuando los corazones son libres de soñar.

La mariposa guardiana sonrió al ver cómo su jardín había florecido, sabiendo que había logrado mantener viva la esencia de la creatividad en un mundo que había olvidado lo más importante: que nuestras ideas deben ser libres.

Y así, el jardín siguió creciendo, mientras la creatividad florecía en un rincón de la ciudad, donde cada brújula del corazón podía encontrar su norte.

Y así terminó la historia de Luna, la niña que transformó un futuro gris en un colorido Jardín de Ideas.

FIN.

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