El Jardín de las Maravillas



En un pequeño pueblo llamado Colorete, había una escuela muy especial llamada El Jardín de las Maravillas. Allí, los docentes eran conocidos por su amor y dedicación hacia los chicos. La maestra Lucía, conocida por su risa contagiosa y su pasión por la música, soñaba con que cada niño descubriera su talento.

Un día, Lucía decidió hacer algo extraordinario. "Vamos a organizar un festival de talentos!", anunció con entusiasmo. "¡Sí!", gritaron los niños, llenos de emoción. Ella les explicó que cada uno podía mostrar su habilidad especial en el escenario. "Pero, Lucía, yo no sé hacer nada interesante", se quejó Tomi, un niño un poco tímido.

"Todos tenemos algo especial. Solo hay que descubrirlo", le respondió Lucía, animándolo.

Los días pasaron y cada niño comenzó a preparar su actuación. Algunos ensayaban canciones, otros bailes y otros mostraban trucos con pelotas. Pero Tomi seguía inseguro. Una tarde, mientras Lucía ayudaba a un grupo a ensayar, se dio cuenta de que Tomi observaba desde lejos.

"Tomi, ¿por qué no ensayas con nosotros?", le preguntó la maestra.

"Porque no tengo nada que mostrar", respondió, cabizbajo.

Luz, una compañera, se acercó y le dijo: "Yo he visto cómo dibujás. Eres muy bueno!".

Tomi se sonrojó. "¿De verdad?", preguntó, sintiéndose algo más confiado.

"Sí, tenés que intentarlo!", dijo Lucía. "Podés hacer un dibujo en vivo en el festival!".

Esto le dio una idea a Tomi: en lugar de sólo dibujar, haría un mural en el escenario.

Mientras tanto, Lucía se convirtió en su guía. Pasaron largas horas juntos, donde Tomi aprendía técnicas de dibujo y también se divertía mucho. Pero a medida que se acercaba el festival, Tomi empezó a sentir nervios. En la noche del evento, la escuela se llenó de padres y amigos, todos emocionados. Cuando llegó el turno de Tomi, se sentó frente al lienzo con mil mariposas en el estómago.

"¡Podés hacerlo, Tomi!", le gritó Luz.

Con los ojos cerrados, comenzó a dibujar. Cada trazo era como si plasmara su historia, sus miedos y su alegría. Cuando terminó, abrió los ojos y vio a sus compañeros aplaudiendo y sonriendo.

"Es hermoso!", exclamó Lucía, con lágrimas de felicidad en sus ojos.

"Nunca pensé que podía hacer algo así", dijo Tomi, asombrado.

El festival fue un éxito y todos los niños brillaron en el escenario, pero Tomi entendió algo más importante: su maestra y sus amigos habían estado ahí, apoyándolo, demostrando que el amor puede ayudarnos a descubrir nuestros mejores talentos.

Desde ese día, Tomi no solo fue reconocido por su arte, sino que también se convirtió en un gran amigo y confidente de sus compañeros. La maestra Lucía, por su parte, había logrado su objetivo: hizo que Tomi y sus amigos aprendieran que el verdadero aprendizaje nace del amor y el apoyo mutuo.

Y así, en El Jardín de las Maravillas, siguieron floreciendo más talentos, aventuras y amistades, bajo la atenta mirada y los abrazos de sus queridas maestras y maestros.

FIN.

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