El Jardín de las Maravillas



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había un jardín lleno de flores de todos los colores y formas. Las flores del Jardín de las Maravillas eran famosas por su fragancia y belleza. Sin embargo, un día, las flores comenzaron a marchitarse, y los jardineros, Ana y su hermano Pablo, no entendían por qué.

"Mirá, Pablo, las rosas están perdiendo su brillo y las margaritas ya no son tan alegres como antes", dijo Ana, preocupada.

"Sí, Ana, y no veo a las mariposas ni a las abejas por ninguna parte", respondió Pablo, frunciendo el ceño.

Ana y Pablo decidieron investigar. Con sus mochilas llenas de lápices y cuadernos, salieron en busca de respuestas. Preguntaron a los habitantes del pueblo, pero nadie sabía qué había pasado con los polinizadores.

Mientras caminaban, se encontraron con don Ernesto, un anciano sabio del pueblo.

"Don Ernesto, ¿por qué están marchitando nuestras flores?" - preguntó Ana.

"Hnmmm... me parece que los polinizadores han desaparecido. Sin ellos, las flores no pueden reproducirse", respondió don Ernesto, acariciándose la barba.

Pablo, con perplexidad en los ojos, preguntó: "¿Y qué podemos hacer?"

El anciano sonrió: "La naturaleza siempre encuentra la manera de reponerse. Pero ustedes pueden ayudarla. Comiencen por atraer a los polinizadores. Plantando flores que los enamoren.0"

Ana y Pablo se pusieron manos a la obra. Fueron al vivero del pueblo y compraron semillas de flores que atraían abejas y mariposas. Plantaron girasoles, lavanda y tréboles en el jardín, cuidando con esmero cada semilla.

Con el tiempo, no solo las flores comenzaron a florecer, sino que también aparecieron las mariposas, que aleteaban juguetonas de una flor a otra, y las abejas zumbaban felices, llenando el aire con su ritmo. Las flores comenzaron a recuperar su color y su fragancia.

Un día, mientras Ana y Pablo regaban las plantas, notaron algo increíble.

"Mirá, Ana, ¡hay una mariposa de alas doradas!" - exclamó Pablo, asombrado.

"Es hermosa, Pablo. ¡Debe ser una mariposa rarísima!" - respondió Ana emocionada.

La mariposa dorada voló alrededor de los dos, como si quisiera contarles algo. Entonces, de repente, se posó en la flor más alta del jardín y comenzó a brillar intensamente. Ana y Pablo, asombrados, se sintieron como si estuvieran en un cuento de hadas. La mariposa, con su brillo especial, parecía estar agradecida por el cuidado que le habían dado al jardín.

Al día siguiente, la mariposa dorada atrajo a muchos otros polinizadores, y el jardín se transformó en un lugar mágico, lleno de vida. Ana y Pablo aprendieron que, al cuidar de las flores y del entorno, estaban cuidando de la vida que dependía de ellas.

"Mirá cuántas criaturas han regresado", dijo Ana, sonriendo.

"Sí, y todo gracias a que hicimos lo correcto", agregó Pablo con orgullo.

Desde entonces, Ana y Pablo se convirtieron en los guardianes del Jardín de las Maravillas, enseñando a otros niños del pueblo la importancia de proteger la naturaleza. Cada primavera, organizaban un festival de flores, donde compartían sus conocimientos sobre polinizadores y la biodiversidad.

El jardín volvió a ser un lugar de alegría, donde mariposas danzaban y abejas zumbaban, y donde todos podían aprender a cuidar su hermoso ecosistema. Ana y Pablo comprendieron que, aunque podían parecer pequeños en comparación con la grandeza de la naturaleza, cada acción cuenta y puede hacer una gran diferencia.

FIN.

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