El Jardín de Las Maravillas
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía una niña llamada Clara. Era una niña curiosa, pero tenía un pequeño problema: no se llevaba muy bien con las plantas. Siempre olvidaba regarlas, y aunque le encantaba verlas crecer, no sabía cómo cuidarlas bien. Un día, decidió que era hora de cambiar eso y tener el jardín más hermoso de todo el barrio.
Clara se acercó a su abuela, Doña Rosa, que tenía un jardín lleno de flores coloridas y plantas verdes. "Abuela, quiero aprender a cuidar las plantas. ¡Ayúdame, por favor!"- le pidió emocionada.
"Claro que sí, Clara. Cada planta tiene su propia necesidad y personalidad. Primero, necesitamos elegir las plantas que vamos a sembrar. ¿Qué te gustaría tener en tu jardín?"- respondió Doña Rosa con una sonrisa.
Clara pensó un momento y dijo: "Quiero girasoles, margaritas y una planta de menta para hacer limonada en verano!"-
Juntas fueron a un vivero cercano. Clara se maravilló con todas las plantas que vio. Después de elegirlas, regresaron a casa y se pusieron manos a la obra. Doña Rosa le enseñó a hacer los agujeros para plantar, a colocar cada semilla y a cubrirlas con tierra. Pero lo más importante fue enseñar a Clara cómo regarlas.
"Recuerda, Clara. Demasiada agua ahoga las raíces, y muy poca las seca. Debes encontrar el equilibrio, como en la vida"- le dijo su abuela con sabiduría.
Clara fue muy cuidadosa durante las primeras semanas, pero luego se distrajo con los juegos y su pasión por la pintura. No se dio cuenta de que había dejado de cuidar su jardín.
Un día, al regresar de la escuela, se encontró con su jardín marchito. Las flores estaban caídas y las hojas amarillentas. "¿Qué ha pasado?"- se preguntó triste. "¡Oh no, mis plantas!"-
Desesperada fue a buscar a su abuela. "Abuela, estoy muy triste. Mis plantas están muertas. No sé cómo cuidarlas correctamente"- dijo Clara, con una lágrima en su ojo.
"No te preocupes, mi amor. Las plantas también conocen de segundas oportunidades. Si las cuidas bien, pueden volver a florecer. Vamos a revivirlas juntas"- le animó Doña Rosa.
Clara y Doña Rosa trabajaron juntas en el jardín durante el fin de semana. Regaron las plantas con cuidado, quitaron las hojas muertas y les dieron amor y atención. Al principio, Clara pensaba que las plantas nunca volverían a verse bonitas, pero su abuela le recordó que todo lleva tiempo.
Día tras día, Clara les hablaba. "Vamos, pequeñas, yo sé que pueden hacerlo. Ustedes son fuertes!"- les decía mientras les echaba un poco de agua.
Con el tiempo, para sorpresa y alegría de Clara, comenzaron a brotar nuevos tallos. Las margaritas volvieron a abrirse y los girasoles comenzaron a seguir al sol.
"¡Mira, abuela! Mis plantas están regresando a la vida!"- gritó Clara, saltando de alegría.
"Así es, Clara. Nunca subestimes el poder del amor y el cuidado"- respondió Doña Rosa.
Clara aprendió que cuidar de las plantas le enseñaba también a cuidarse a sí misma. Con el paso del tiempo, su jardín se convirtió en el más hermoso del barrio, y Clara la llena de alegría al verlo florecer.
Agradecida por la lección, cada mañana antes de ir a la escuela se aseguraba de darle agua a sus plantas y cuidarlas como si fueran sus amigos.
Un día, decidió hacer una fiesta en su jardín para mostrar a sus amigos lo hermoso que había crecido. "¡Vengan todos a ver mi jardín!"- gritó feliz. Cuando sus amigos llegaron, se sorprendieron al ver las coloridas flores.
"¡Es impresionante, Clara!"- dijo su amiga Mica.
"Yo pensé que no podrían volver a florecer"- le dijo Tomi, sorprendido.
"Todo lo que se necesita es amor y un poco de paciencia"- respondió Clara, orgullosa, mientras les ofrecía limonada de menta.
Desde entonces, cada viernes, Clara y sus amigos se reunían para cuidar el jardín juntos, aprendiendo a ser responsables y a compartir. Y así, el jardín se llenó de risas, juegos y colores, convirtiéndose en un símbolo del cuidado y la amistad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.