El Jardín de las Maravillas



En un pequeño pueblo argentino llamado Flor de Luna, había un jardín mágico que pertenecía a una anciana llamada Doña Flora. Los niños del pueblo siempre habían escuchado historias sobre el jardín, donde las flores cantaban y las mariposas bailaban. Sin embargo, nadie se atrevían a entrar porque se decía que solo los niños con un corazón puro podían ver su verdadero esplendor.

Un día, un niño llamado Lucas decidió que debía averiguar la verdad detrás del jardín. Era un chico curioso y soñador, aunque a veces se sentía un poco inseguro. Se armó de valor y, acompañado por su mejor amiga, Sofía, se adentró en el misterioso lugar.

- “¿Estás seguro de que queremos entrar, Lucas? ” - preguntó Sofía, mirando el impresionante arco de flores que parecía brillar.

- “¡Sí! Estoy listo para descubrir la magia que hay aquí.” - respondió Lucas, intentando sonar más confiado de lo que realmente se sentía.

Una vez dentro, se dieron cuenta de que el jardín era aún más impresionante de lo que habían imaginado. Cada flor tenía su propio color resplandeciente, y había un suave murmullo que parecía una canción.

Mientras paseaban, notaron que un grupo de mariposas se acercaba a ellos y, casi instantáneamente, comenzaron a bailar alrededor de Sofía y Lucas.

- “¡Mirá, son como si nos estuvieran invitando a algo! ” - exclamó Sofía, emocionada.

- “Parece que saben que tenemos un corazón puro, ¿no crees? ” - Lucas sonrió, sintiendo que tal vez su aventura sería más mágica de lo que creía.

Pero, de repente, la música se detuvo y las flores se marchitaron un poco. Los niños se dieron cuenta de que algo no estaba bien. Las mariposas se posaron en una gran flor en el centro del jardín que lucía triste y marchita.

- “¿Por qué está tan triste esta flor? ” - preguntó Sofía mientras se acercaban.

- “Quizás necesita ayuda,” - sugirió Lucas, observando que no era solo la flor, sino toda el área alrededor de ella que parecía apagada.

Al examinar la flor más de cerca, notaron que había un pequeño cartel con letras doradas que decía: "Mi magia se ha ido porque los niños han dejado de cuidar de su jardín.”

- “¡Es verdad! En la escuela nuestra maestra nos habló sobre cuidar nuestro entorno y cómo la naturaleza necesita de nosotros.” - reflexionó Sofía, y Lucas comenzó a recordar lo que habían aprendido sobre el cuidado del medio ambiente.

- “¡Tenemos que ayudar a esta flor! ¡Hagamos algo! ” - dijo Lucas con determinación.

Los niños se pusieron a trabajar. Regaron la flor y comenzaron a limpiar el jardín de hojas secas y basura que habían encontrado en el camino. Mientras lo hacían, las flores comenzaron a recobrar su color, y la música volvió a sonar, más fuerte y acogedora que antes. Las mariposas danzaban con alegría, animando a Sofía y Lucas mientras seguían trabajando.

Cuando terminaron, la gran flor se iluminó con un resplandor especial. De pronto, apareció una figura mágica, un espíritu del jardín que parecía estar compuesto de luz.

- “¡Gracias, queridos niños! ” - dijo el espíritu con una voz suave y melodiosa. - “Han traído de vuelta la alegría a este jardín y, como recompensa, les enseñaré un secreto.”

El espíritu agito sus manos y, de repente, el jardín se transformó en un lugar aún más asombroso. Había caminos de flores que brillaban y ríos de agua cristalina. Era un lugar donde los sueños y las fantasías podían hacerse realidad.

- “¡Esto es increíble! ” - gritó Sofía, mirando a su alrededor asombrada. - “¿Podemos venir aquí siempre? ”

- “Por supuesto, mientras se acuerden de cuidar de la naturaleza, siempre están bienvenidos aquí.”

Lucas y Sofía, llenos de alegría, prometieron regresar y cuidar del jardín. Sabían que no solo era un lugar mágico, sino que también era una responsabilidad. Al salir, el espíritu les dio un pequeño frasco de tierra del jardín.

- “Esto es un pedacito de magia. Llévenlo y recuerden siempre lo importante que es cuidar de su entorno.”

Desde aquel día, Lucas y Sofía se convirtieron en los guardianes del Jardín de las Maravillas. No solo cuidaron de su belleza, sino que también enseñaron a sus amigos y familiares sobre el valor de respetar la naturaleza. El pueblo de Flor de Luna floreció y prosperó, lleno de risas y alegría, y el jardín siempre fue un lugar donde la magia y la amistad crecieron juntos.

FIN.

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