El jardín de las mariposas




En un pequeño pueblo rodeado de coloridas flores y altos árboles, se encontraba el jardín de las mariposas, un lugar mágico y lleno de vida. En este jardín vivían mariposas de todos los colores y tamaños, cada una con su comportamiento único y especial. Había mariposas traviesas que jugaban entre las flores, otras tímidas que se escondían en los rincones, algunas valientes que exploraban nuevos lugares y otras más tranquilas que preferían descansar bajo el sol.

Un día, llegó al jardín una niña llamada Sofía. Sofía era curiosa, siempre quería descubrir cosas nuevas y nunca se quedaba quieta. Al ver a las mariposas, se emocionó tanto que no podía contener su alegría. -¡Mira mamá, qué hermosas son! ¡Quiero ser amiga de todas! -

La mamá de Sofía sonrió y la dejó jugar en el jardín. Sofía se acercó a una mariposa de color azul brillante que revoloteaba sin parar. -¡Hola! ¿Quieres jugar conmigo? - le preguntó Sofía a la mariposa. La mariposa azul la miró con curiosidad y le dijo: -Lo siento, yo preferiría seguir explorando el jardín por mi cuenta, pero seguro encuentras a otra mariposa que quiera jugar contigo.-

Sofía asintió con entusiasmo y se acercó a una mariposa amarilla que estaba posada suavemente sobre una flor. -¡Hola! ¿Quieres ser mi amiga? - preguntó Sofía con una sonrisa. La mariposa amarilla le respondió con calma: -Me encantaría ser tu amiga, pero me gusta pasar mi tiempo tranquila, disfrutando del sol y del aroma de las flores. Tal vez puedas acompañarme un rato.-

Sofía se sentó suavemente al lado de la mariposa amarilla y juntas observaron el jardín, disfrutando de la belleza a su alrededor. Poco a poco, Sofía fue conociendo a todas las mariposas del jardín, entendiendo que cada una tenía su propio comportamiento y personalidad, y aprendió a respetar y apreciar la diversidad. Al atardecer, Sofía se despidió de las mariposas con una gran sonrisa en su rostro. -Gracias por enseñarme que todos somos diferentes y eso nos hace especiales. Prometo volver a visitarlas pronto.-

Las mariposas revolotearon alegremente despidiéndola. Desde ese día, Sofía supo que la diversidad en el comportamiento de los demás era algo hermoso y enriquecedor, y que siempre podía encontrar algo especial en cada ser que conocía. Y así, con esa hermosa enseñanza, Sofía siguió descubriendo el mundo con una mirada llena de amor y respeto hacia la diversidad.

FIN.

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