El Jardín de las Mariposas
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había un jardín mágico donde las mariposas bailarinas eran las reinas del lugar. El jardín era propiedad de Doña Clara, una anciana sabia y amable que conocía todos los secretos de las flores y los insectos que habitaron allí.
Un día, mientras jugaba en el pueblo, un niño llamado Lucas escuchó a sus amigos hablar de las mágicas mariposas. "Dicen que si lográs tocar una mariposa del jardín, podrás pedir un deseo" - le dijo su amiga Sofía, con los ojos brillando de emoción.
Curioso y ansioso, Lucas decidió aventurarse para encontrar ese jardín. Cuando llegó, quedó asombrado por la belleza de las flores y las coloridas mariposas que revoloteaban en el aire.
"¡Guau, qué hermoso!" - exclamó Lucas, sintiendo que cada mariposa era un arcoíris en movimiento.
Doña Clara lo vio desde su sillón de madera y se acercó a él. "Bienvenido, pequeño. ¿Qué te trae a mi jardín?"
"Vine a ver las mariposas, Doña Clara. Dicen que si toco una puedo pedir un deseo" - respondió Lucas con una sonrisa ansiosa.
"Ah, pero las mariposas son seres libres y lisos como el viento. No les gusta ser atrapadas. Lo que de verdad importa es cuidar de ellas y aprender de su belleza" - le explicó la anciana.
Lucas se quedó pensando en las palabras de Doña Clara. Quería tocar una mariposa, sí, pero también quería entender cómo volaban tan libremente. Así que decidió hacer algo diferente: en lugar de intentar atraparlas, se sentó en una esquina del jardín y simplemente las observó.
A medida que pasaban los minutos, Lucas comenzó a notar cómo las mariposas se posaban sobre las flores, como si estuvieran conversando con ellas. "Mirá, Sofía, parece que las mariposas están contando secretos a las flores" - le dijo a su amiga, quien lo había seguido en su aventura.
"¿Qué secretos serán?" - preguntó Sofía, mientras se sentaba junto a él.
Doña Clara sonrió al ver a los dos niños tan interesados en el jardín. "Las mariposas saben que cada flor tiene su propia historia, y cuando se posan sobre ellas, les agradecen por sus colores y su néctar. Ellas son mensajeras de la naturaleza" - explicó.
Días pasaron y Lucas y Sofía volvían al jardín cada tarde. Aprendieron a cuidar de las mariposas y a plantar nuevas flores. Un día, mientras adoraban una mariposa preciosa que tenía alas amarillas y negras, Sofía tuvo una idea. "¿Qué te parece si organizamos un concurso de dibujos en el pueblo y pedimos a todos que dibujen sus mariposas favoritas?" - sugirió.
"¡Es una gran idea! Así todos pueden aprender sobre ellas también" - respondió Lucas emocionado.
Los niños se pusieron a trabajar y llenaron el pueblo de color con sus dibujos. El concurso fue un éxito, y había gente de todas partes, admirando los talentos y hablando sobre la importancia de cuidar el medio ambiente.
"Hoy hemos aprendido que un deseo no siempre se convierte en una realidad al instante. A veces, se necesita esfuerzo para hacer que suceda algo hermoso" - dijo Lucas, mientras observaba a sus amigos admirar los dibujos de las mariposas.
Doña Clara salió de su casa, orgullosa de los niños. "Han hecho algo maravilloso, chicos. No solo han celebrado la belleza de las mariposas, sino que también han transmitido la importancia de proteger nuestro mundo" - les dijo con una sonrisa.
"Gracias, Doña Clara. Aprendimos que cuidar de las mariposas nos ayuda a cuidar del planeta" - indicó Sofía felizmente.
Y así, gracias a su curiosidad y dedicación, Lucas y Sofía no solo conocieron más sobre las mariposas, sino que también inspiraron a su comunidad a cuidar el jardín que las albergaba. Al final, comprendieron que la verdadera magia se encuentra en disfrutar de la naturaleza y aprender de ella, no en desear atraparla en un instante.
Desde entonces, cada vez que veían una mariposa en el aire, sonreían y recordaban que su vuelo era un recordatorio de la belleza de la libertad y del trabajo en equipo para cuidar de su hogar.
FIN.