El jardín de las mariposas sanadoras
Había una vez, en un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores, una niña llamada Francisca. Tenía tres años y le encantaba jugar al aire libre.
Un día, mientras exploraba el jardín, vio algo volar entre las flores: ¡eran mariposas! Francisca se acercó con curiosidad y extendió su mano hacia una de ellas. La mariposa aleteó rápidamente y se alejó, pero eso no desanimó a la pequeña.
Siguió persiguiendo a las mariposas por todo el jardín. De repente, Francisca vio algo brillante en el suelo. Era un collar con un colgante en forma de mariposa. Lo recogió emocionada y lo colocó alrededor de su cuello.
"¡Ahora soy como una verdadera mariposa!", exclamó feliz. Con su nuevo collar puesto, Francisca comenzó a imitar los movimientos gráciles de las mariposas. Saltaba y bailaba por todo el jardín con mucha alegría. Las flores parecían sonreírle mientras ella jugaba.
Mientras seguía jugando, Francisca notó que algunas mariposas tenían problemas para volar alto o moverse rápido debido a sus alas dañadas o rotas. Se sintió triste por ellas y decidió ayudarlas.
Buscando materiales en el jardín, Francisca encontró hojas grandes y coloridas que utilizó para hacer vendajes improvisados para las alas dañadas de las mariposas heridas. Con mucho cuidado, envolvió las alas rotas e hizo pequeños nudos para asegurarse de que estuvieran protegidas.
Las mariposas, agradecidas por la ayuda de Francisca, comenzaron a volar nuevamente. Ahora podían moverse más fácilmente y disfrutar del jardín como antes. Francisca se sintió muy feliz al verlas recuperarse.
Un día, mientras ayudaba a una mariposa herida, Francisca notó que había una mariposa diferente en el jardín. Era grande y tenía colores brillantes y llamativos. Se acercó lentamente y extendió su mano hacia ella. Para sorpresa de Francisca, la mariposa se posó suavemente sobre su dedo.
"¡Hola!", dijo la niña con una sonrisa llena de asombro. "¡Hola! Soy Marisol, la Reina de las Mariposas", respondió la mariposa con una voz dulce y melodiosa.
Francisca estaba emocionada por conocer a Marisol y le contó cómo había estado cuidando de las mariposas heridas en el jardín. Marisol quedó impresionada por la bondad y compasión de Francisca hacia los demás seres vivos. "Francisca, tu amor por las mariposas ha hecho del jardín un lugar mejor para todos nosotros", dijo Marisol.
"Tus acciones muestran lo importante que es cuidar y proteger a los seres vivos que nos rodean". A partir de ese momento, Francisca decidió convertirse en protectora de todas las criaturas del jardín.
Cuidaba de los pájaros heridos, regaba las plantas sedientas e incluso construía pequeñas casitas para los insectos. Con el tiempo, el jardín de Francisca se convirtió en un refugio para todas las criaturas que necesitaban ayuda.
Las mariposas, los pájaros y los insectos vivían felices y seguros allí. Desde aquel día, Francisca aprendió la importancia de ser amable y compasiva con todos los seres vivos. Y así, ella demostró que incluso una pequeña niña podía hacer grandes cosas cuando tenía amor en su corazón.
Y así es como Francisca, a sus tres años de edad, se convirtió en la protectora del jardín mágico, donde las mariposas volaban libres y felices gracias a su bondad y cuidado.
FIN.