El Jardín de las Mil Curaciones



En una pequeña aldea llamada Eldoria, donde los campos eran verdes y los ríos cristalinos, vivía un joven llamado Lucas. Desde pequeño, Lucas había escuchado historias sobre un jardín mágico, lleno de plantas especiales que podían curar cualquier enfermedad. Sin embargo, el jardín se encontraba en lo profundo de la selva, custodiado por diversos desafíos. Muchos aldeanos habían enfermo, y Lucas decidió que era hora de emprender la búsqueda de la cura.

Un día, se acercó a su abuela, quien había sido siempre su guía.

"Abuela, quiero ir a buscar el Jardín de las Mil Curaciones. Necesito ayudar a nuestra gente."

La abuela miró a Lucas con ternura, pero también con preocupación.

"Hijo, el camino no será fácil, pero si te preparás bien, podrías lograrlo. Primero, necesitás reunir algunas cosas: un mapa de la selva, provisiones y, sobre todo, valor."

Lucas, decidido, comenzó su preparación. Un viejo amigo, Mateo, se ofreció a acompañarlo. Eran inseparables y sabían que juntos podrían superar cualquier reto.

"¿Vamos a buscar ese jardín?", preguntó Mateo emocionado.

"Sí, pero necesitamos un mapa. Tal vez la anciana del pueblo tenga uno", sugirió Lucas.

Los dos amigos se dirigieron a la casa de la anciana. Ella les mostró un viejo mapa lleno de dibujos y símbolos extraños.

"Debés ser valiente y astuto. Cada símbolo representa un desafío. Si querés curar a los enfermos, deben enfrentarlos todos", advirtió la anciana.

Con el mapa en mano, Lucas y Mateo se adentraron en la selva. Al poco tiempo, se encontraron con el primer desafío: un río caudaloso con una corriente muy fuerte.

"¿Cómo vamos a cruzarlo?", se preguntó Mateo.

"Podemos construir una balsa. Con los troncos que encontremos, seguro lo logramos", propuso Lucas.

Y juntos trabajaron hasta que su balsa estuvo lista. Navegaron con cuidado, superando las fuertes olas, hasta llegar a la otra orilla. Estaban muy contentos por haber vencido al primer desafío.

Continuaron su camino y, al rato, se toparon con un laberinto de plantas espinosas. Lucas trató de recordar lo que la anciana había dicho sobre la astucia.

"Si seguimos el camino más claro, nos perderemos. Hay que buscar las flores que crecen en el suelo. Ellas nos indicarán el verdadero camino", explicó.

Siguiendo las flores, lograron salir del laberinto. Pero la aventura aún no había terminado. Pronto se encontraron con una cueva oscura que parecía temerosa y misteriosa.

"No sé si deberíamos entrar", dijo Mateo, sintiéndose nervioso.

"Tal vez encontremos algo útil. Recuerda, es por los enfermos de la aldea. ¡Vamos!", animó Lucas.

Dentro de la cueva, encontraron una piedra brillante. Al tocarla, una voz resonó.

"¡Atención, valientes aventureros! Esta es la piedra de la sabiduría. Deben responder un acertijo para poder seguir adelante."

Ambos amigos se miraron nerviosos. La voz continuó:

"¿Qué se puede romper, pero nunca se toca?"

"¡El silencio!", gritó Lucas sin pensarlo.

"Correcto. Pueden continuar su camino", dijo la voz, y la cueva comenzó a iluminarse con luz dorada.

Saliendo de la cueva, por fin llegaron al Jardín de las Mil Curaciones. Era un lugar mágico, lleno de plantas de colores brillantes y aromas maravillosos.

"¡Lo logramos!", exclamó Mateo, saltando de alegría.

Lucas comenzó a recoger las plantas que necesitaba, asegurándose de memorizar sus nombres y usos. De pronto, escucharon un llanto.

"¿Quién está ahí?", preguntó Lucas.

Del arbusto apareció una pequeña criatura con alas.

"Soy Flori, custodio del jardín. Si quieren las plantas, deben ayudarme primero. Una de mis alas se ha lastimado y no puedo volar. Necesito un ungüento", dijo Flori con voz triste.

"Claro, Flori. ¿Qué necesitamos?", respondió Lucas, sintiéndose aún más decidido.

Flori les explicó que había una planta especial que solo crecía en el corazón de la selva.

"Si me ayudan a encontrarla, les daré una porción de las plantas curativas a cambio", ofreció.

Sin dudarlo, Lucas y Mateo aceptaron el desafío. Regresaron a la selva, buscando la planta mágica. Después de mucho esfuerzo, la encontraron y, siguiendo las instrucciones de Flori, prepararon el ungüento.

De vuelta en el jardín, Flori aplicó el ungüento en su ala, sanándose al instante.

"¡Gracias! Ahora puedo volar de nuevo. Aquí tienen su recompensa", dijo Flori, señalando un cofre lleno de semillas de las plantas curativas.

Lucas y Mateo estaban asombrados. Con las semillas en mano, emprendieron el camino de regreso a Eldoria.

Al llegar a la aldea, compartieron las semillas con todos, explicando cómo cultivarlas.

"¡Gracias, Lucas! ¡Eres un héroe!", gritaron los aldeanos.

Lucas sonrió, sabiendo que en realidad no lo había logrado solo.

"Fue gracias a la ayuda de todos y a la valentía de mi amigo Mateo que pudimos hacerlo", dijo.

Y así, el jardín mágico se convirtió en el Jardín de las Mil Curaciones de Eldoria. Con el tiempo, la aldea floreció, y Lucas comprendió que la verdadera cura no solo provenía de las plantas, sino también de la amistad, la valentía y la colaboración de todos.

Desde aquel día, el joven aventurero siguió explorando, siempre en busca de nuevas aventuras, pero sabiendo que con esfuerzo y compañerismo, todo es posible.

FIN.

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