El jardín de las oportunidades
Era una vez un niño de 12 años llamado Joaquín, que todos los días iba a la escuela con un nudo en la garganta. Las horas pasaban lentas y él se sentía como una sombra entre sus compañeros. Miraba desde lejos cómo todos jugaban y se reían juntos, pero él siempre se quedaba en un rincón, con su cuaderno en las manos.
Una mañana, Joaquín llegó a la clase con una tristeza profunda. Su maestra, la señorita Ana, notó que algo no estaba bien y se acercó a él.
"¿Todo bien, Joaquín? Te veo un poco bajoneado."
"No, señorita. Nadie quiere jugar conmigo. Siempre me quedo solo."
La señorita Ana sonrió compasivamente.
"Entiendo, Joaquín. Pero a veces, las amistades no llegan solas. A veces hay que buscar la manera de encontrarlas."
Intrigado, Joaquín preguntó,
"¿Cómo puedo hacer eso?"
"Quizás podrías hacer algo diferente. ¿Qué tal si organizás un juego en el recreo para que todos participen?"
Hay algo en la idea de organizar un juego que hizo que su corazón se acelerara. Cuando llegó el recreo, Joaquín se armó de valor y se acercó a sus compañeros.
"¡Hola a todos! ¿Quieren jugar con mí a un nuevo juego? Se llama 'Atrapa el tesoro'. Consiste en encontrar objetos escondidos por todo el patio."
Los niños miraron a Joaquín con curiosidad, pero la mayoría se rió entre ellos. Una niña, llamada Sofía, decidió intervenir.
"Yo creo que suena divertido. ¿Qué tal si lo probamos?"
Los otros niños dudaron un instante, pero al ver la sonrisa de Sofía y la ilusión en el rostro de Joaquín, accedieron. El juego comenzó y todos comenzaron a correr, buscar y reír juntos. Joaquín se sintió más ligero: ¡por fin estaba en el centro de algo!
Después del primer juego, la curiosidad de sus compañeros se encendió. Todos querían participar, y Joaquín propuso diferentes desafíos cada día. En una semana, su grupo se volvió inseparable. Joaquín descubrió que le gustaba ser el organizador y que su creatividad podía atraer a los demás.
Sin embargo, Joaquín notó que había un niño que siempre se quedaba apartado, Nicolás. Él miraba desde lejos, como Joaquín lo había hecho alguna vez. En lugar de ignorarlo, Joaquín decidió acercarse a él.
"Hola, soy Joaquín. ¿Por qué no jugás con nosotros? Tenemos un montón de diversión."
Nicolás suspiró,
"No sé, nunca juego con nadie."
"Pero todos estamos buscando nuevas aventuras. ¿Por qué no probás? A veces, lo que más tememos termina siendo lo más divertido."
Un poco dudoso, Nicolás aceptó. Joaquín lo incluyó en el próximo juego y para su sorpresa, Nicolás se rió más de lo que pensaba. Poco a poco, fue abriendo su corazón y haciéndose amigo de los demás. Joaquín entendió que a veces, un simple gesto de amabilidad puede cambiar la vida de alguien.
Con el tiempo, Joaquín se dio cuenta de que no solo había encontrado amigos, sino que también había aprendido sobre lo importante que es llegar a los demás, ser inclusivo, y no dejar a nadie detrás.
Un día, en el recreo, Joaquín se sentó con su grupo y comenzó a hablar.
"Chicos, ¿se acuerdan cuando nadie quería jugar conmigo? Ahora, gracias a nuestra amistad, el patio se siente como un jardín lleno de oportunidades. Cada uno de nosotros tiene algo especial que aportar."
Sofía sonrió y dijo,
"¡Es verdad! Todos nos encontramos aquí, juntos. Nunca pensé que podía ser tan divertido jugar con tantos amigos."
Al final del año escolar, Joaquín se sintió emocionado por lo que había logrado. No solo había cultivado amistades verdaderas, sino que había aprendido a valorar a cada persona por lo que era. En el regreso a clases, decidió que seguiría organizando juegos e invitando a otros a unirse. Así, cada niño en el aula tendría la oportunidad de formar parte del hermoso jardín que habían creado juntos.
"Nunca dejemos que el miedo a ser rechazados nos impida intentar hacer nuevos amigos," reflexionaba Joaquín. "Porque un pequeño gesto puede florecer en algo maravilloso."
FIN.