El jardín de las preguntas



Había una vez, en un pequeño barrio de Buenos Aires, un niño llamado Mateo. Mateo era un estudiante alegre, pero a menudo se sentía perdido entre los deberes, las calificaciones y las expectativas de los adultos. Cansado de la rutina, un día decidió aventurarse fuera de su casa, dispuesto a descubrir qué había más allá del mundo conocido y, tal vez, encontrar respuestas a las preguntas que lo inquietaban.

Mateo se adentró en un hermoso parque, donde se encontró con un jardín que nunca había visto antes. Era un lugar mágico, lleno de árboles que susurraban secretos y flores que reían al viento. En el centro del jardín, había un enorme árbol con un tronco ancho y retorcido, y a su sombra, un viejo filósofo con una larga barba blanca, que leía un libro con gran atención.

"Hola, niño. ¿Qué te trae por aquí?" - preguntó el filósofo, levantando la vista de su lectura.

Mateo, sorprendido, respondió: "Busco respuestas. Hay tantas cosas que no entiendo y me siento abrumado por el colegio y lo que se espera de mí."

El filósofo sonrió, asintiendo con la cabeza. "Entiendo, joven amigo. La vida está llena de preguntas, y es a través de la filosofía que encontramos luces en medio de la oscuridad. ¿No te gustaría aprender a hacer preguntas más profundas?"

Mateo, intrigado, se sentó junto al filósofo. "¿Cómo?" - inquirió.

El sabio le explicó que la filosofía era como un mapa que ayudaba a los estudiantes a navegar por la vida. "Cada pregunta que te haces es una brújula que puede guiarte hacia el conocimiento. La clave está en desarrollar la curiosidad y aprender a cuestionar todo lo que te rodea."

Con brillo en sus ojos, Mateo pidió al filósofo que le enseñara. El anciano asintió y, a la par de su enseñanza, hizo que el jardín comenzara a transformarse. Las plantas cambiaron de forma, convirtiéndose en copas de libros abiertos que flotaban en el aire, cada uno representando una pregunta filosófica: '¿Qué es la verdad?', '¿Qué significa ser feliz?', '¿Por qué existe el bien y el mal?'

"Cada libro que ves aquí tiene el poder de cambiar tu perspectiva. " - dijo el filósofo. "Elige uno y comenzaremos nuestro viaje."

Mateo, emocionado, se acercó a un libro dorado que decía ‘La búsqueda de la verdad’. Al abrirlo, un resplandor iluminó el jardín y de él brotaron personajes de historias que alguna vez había leído: un valiente caballero, un astuto zorro, e incluso un dragón amistoso.

El caballero habló primero. "Soy un viajero, y he visto muchas realidades. Lo que quiero enseñarte es que la verdad no es siempre la misma para todos. Hay múltiples perspectivas."

Mateo escuchó atentamente. "¿Cómo puedo saber cuál es la verdad correcta?" - inquirió.

"No hay una sola respuesta. La filosofía nos enseña a considerar todas las opiniones, a dialogar y reflexionar. Recuerda, cada persona es un mundo distinto."

Luego, el zorro se acercó con una sonrisa traviesa. "¡Y no olvides que la felicidad es una elección! Cada día puedes decidir cómo reaccionar a las situaciones, y eso te acerca a tu propia felicidad. La clave está en encontrar lo que realmente amas hacer."

Finalmente, el dragón amistoso, con voz profunda, dijo: "Y la lucha entre el bien y el mal es parte de la vida. Pero con la filosofía, tú puedes aprender a discernir, a cuestionarte tus acciones, y a actuar siempre con empatía."

Mateo, cada vez más emocionado, expresó su agradecimiento: "Nunca había pensado en todas estas cosas de esta manera. ¿Cómo puedo aplicar todo esto a mi vida diaria en la escuela?"

"Comienza a hacer preguntas en clase. No temas expresar tus dudas. Desafía lo que te dicen. Conviértete en un pensador crítico. Esto te hará crecer y, no olvides, siempre ser curioso.'

Con el corazón lleno de nuevas ideas y la cabeza rebosante de preguntas, Mateo se despidió del filósofo y de los personajes, prometiendo aplicar lo aprendido. Regresó a su casa, donde la rutina le esperaba, pero ahora era diferente. Comenzó a cuestionar las tareas, a participar en clase, y hasta a hablar con sus amigos sobre lo que significaba ser feliz, lo que realmente valoraban y cómo podían colaborar juntos.

Los días pasaron y Mateo se convirtió en un estudiante brillante, capaz de ver más allá de las preguntas superficiales. A sus compañeros les intrigaba su forma de pensar, y, sin darse cuenta, todos comenzaron a involucrarse en debates que elevaban su comprensión del mundo. Las respuestas no eran tan importantes como las preguntas que planteaban entre ellos.

Sin embargo, un día, se encontró con un problema difícil en la escuela. "No entiendo esta materia de matemática… ¿Qué sentido tiene dentro de todo lo que he aprendido?" - exclamó frustrado.

De pronto recordó las enseñanzas del filósofo y de sus amigos del jardín. Se preguntó: "¿Qué hay de especial en esto?" - Recordó que cada materia tenía su propia filosofía, su propia razón de ser. ¿Para qué servía la matemática en la vida real? Así, comenzó a hacer preguntas y a buscar respuestas, mirando más allá de la superficie.

Los exámenes pasaron, al igual que los desafíos, y Mateo continuó buscando en su interior con la ayuda de la filosofía. Se volvió un ejemplo para sus compañeros y tomaron la decisión de crear un club de filosofía en su escuela. Sus sesiones se llenaban de risas, investigaciones y debates apasionados sobre la vida, la felicidad y lo que significaba ser buenos unos con otros.

Finalmente, después de mucho aprender, Mateo recordó al filósofo y al mágico jardín. Un día decidió volver a visitarlo. Sin embargo, al regresar, el jardín había desaparecido. Pero en su lugar había un camino hacia adelante, lleno de nuevas aventuras y oportunidades de hacer más preguntas, ir más allá de las respuestas y encontrar siempre un sentido.

"La filosofía no es un lugar, es un modo de vida" - pensó para sí mismo, sabiendo que las respuestas llegarían solas a medida que siguiera su camino.

Conclusión:

Mateo comprendió que la verdadera magia de la filosofía reside en la capacidad de cuestionar, explorar y dialogar. Se dio cuenta de que no solo se trataba de buscar respuestas, sino de disfrutar del viaje que conlleva el aprendizaje. Cada día se llenó de nuevas preguntas y nuevas oportunidades para crecer. Así, el joven estudiante, armado con una mente curiosa y un corazón curioso, aprendió que el conocimiento es un jardín que siempre florece cuando se cultiva con amor y reflexión. El fin.

FIN.

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