El Jardín de las Preguntas
En un pequeño pueblo llamado Cuentópolis, existía un jardín mágico donde las flores hablaban y los árboles tenían historias que contar. En el centro del jardín vivía un curioso niño llamado Timo. Timo pasaba horas explorando cada rincón del jardín, pero había algo que lo inquietaba: no entendía por qué existía.
Un día, mientras saltaba de un pétalo a otro, se encontró con un viejo roble llamado Olmo.
"¡Hola, Timo! ¿Por qué te veo tan pensativo?" preguntó Olmo, agitándose suavemente.
"Hola, Olmo. Estoy pensando en por qué estoy aquí, por qué existo," respondió Timo con un suspiro.
"Esa es una pregunta difícil, pero tengo una historia que podría ayudarte," dijo Olmo con una sonrisa de sabiduría.
"¡Contame!" exclamó Timo, emocionado.
Olmo comenzó a relatar su historia sobre cómo un día, un grupo de rocíos de sol decidió jugar en el jardín.
"Nosotros, las plantas, no solo existimos para estar bonitos o dar sombra. Cada uno de nosotros tiene una razón, aunque a veces no lo entendamos. El rocío de sol que me besa por la mañana me da vida y me recuerda que estoy aquí para ayudar a otros a respirar," explicó el roble.
Timo escuchaba atentamente y, mientras lo hacía, una mariposa colorida voló a su lado. Era Lila, la mariposa filósofa.
"¿De qué hablan ustedes dos?" preguntó Lila.
"Estamos hablando de la razón de ser y existir. ¿Te gustaría sumar tu opinión?" invitó Timo.
"Claro. Hay toda una conexión entre lo humano, lo no humano y las cosas que parecen no tener vida. Por ejemplo, yo existo para llevar alegría a la gente, pero también para polinizar las flores, asegurando que ese ciclo de vida continúe," explicó Lila.
Timo se sintió cada vez más intrigado.
"Pero, ¿qué pasa con las piedras, como esta?" preguntó, señalando una roca. Lila se acercó y de pronto la piedra comenzó a hablar.
"¡Hola! Soy Rocío, la piedra! Puede que no me vean como algo importante, pero yo existo para ser parte del paisaje, para dar soporte y estabilidad. Sin mí, el jardín no sería igual."
Timo sonrió.
"¡Qué interesante! Así que cada uno tiene una razón..."
"Exacto, Timo!" dijo Olmo.
"Y a veces, no necesitamos ser grandes o brillantes para tener un propósito. Hasta las cosas más pequeñas, como un grano de arena, tienen su lugar en esta hermosa obra llamada vida."
En ese momento, un suave viento sopló, haciendo que las hojas de Olmo susurraran.
"A veces, es el silencio y la calma los que nos llevan a encontrar nuestra razón de ser. Necesitamos escucharnos a nosotros mismos y a quienes nos rodean. Lo que importa es que cada uno está aquí, con sus propias historias y razones," concluyó el viejo roble.
Timo comprendió que cada ser, ya sea humano, planta o piedra, tenía un propósito en el mundo. Al ser cada uno diferente, hacían que la vida fuera un mosaico de experiencias.
"Entonces... ¿mi razón de ser podría ser ayudar a los demás a entender todo esto?" se preguntó en voz alta.
"¡Exactamente! Y nadie puede hacer lo que tú haces, Timo," afirmó Lila.
Con el corazón lleno de esperanza y claridad, Timo decidió que compartiría su descubrimiento con el mundo. A partir de ese día, el jardín de Cuentópolis se llenó de conversaciones sobre la existencia y la razón de ser, y Timo se convirtió en un pequeño guía para otros que, como él, buscaban entender el lugar que ocupaban en este vasto universo.
Y así, entre flores que hablaban, árboles sabios y criaturas mágicas, aprendió que todos, incluso lo no vivo, tenían una historia que contar. Y esa, era la belleza de existir.
Fin.
FIN.