El Jardín de las Responsabilidades
En un pequeño y colorido pueblo llamado Arcoiris, vivía una niña llamada Lila. Ella tenía un hermoso jardín lleno de flores, mariposas y un gran árbol frutal. Pero había un problema, Lila no era muy buena cuidándolo. A menudo se olvidaba de regar las plantas y recoger los frutos. Un día, su abuela la visitó y la encontró triste.
"- ¿Qué te pasa, Lila?" -preguntó su abuela con cariño.
"- Mi jardín no florece como antes. Las flores están marchitas y los frutos no crecen" -suspiró Lila.
"- Quizás debas ser más responsable con él" -sugirió la abuela.
Lila, intrigada, decidió que esa tarde haría un plan. Hizo una lista de lo que debía hacer para cuidar su jardín. Solo entonces, se dio cuenta de que había cosas que había dejado de hacer, como regar las plantas todos los días y hablarles para que crecieran felices.
Al día siguiente, el sol brillaba y Lila se despertó temprano. Comenzó con entusiasmo, regando cada planta y hablando con ellas:
"- ¡Hola, florecillas! Hoy vamos a cuidar de ustedes juntos!"
Con el tiempo, su jardín comenzó a cambiar. Las flores volvieron a abrirse, los colores resplandecían y los frutos brotaron de los árboles. Lila estaba emocionada.
Un fin de semana, mientras Lila jugaba con sus amigos, vio que algunos de ellos estaban viendo un campo de flores silvestres. Su amiga Mica le dijo:
"- Lila, ven a jugar, ya no necesitas cuidar de tu jardín todos los días."
Lila se quedó pensando. ¿Sería realmente así? Sin embargo, recordó lo feliz que se sentía cuando veía su jardín florecer.
"- No, Mica. Debo seguir cuidando mi jardín. Es mi responsabilidad y me gusta!" -les respondió con firmeza.
El grupo de amigos se sorprendió y decidieron ayudarle. Así que unieron sus fuerzas y crearon un club llamado "Los cuidadores del jardín". Cada semana se turnaban para regar, hablar con las flores y asegurarse de que todo estuviera en su lugar.
Sin embargo, un día, la ciudad anunció que habría una gran tormenta. Todos estaban preocupados por su hogar, pero también por el jardín de Lila.
"- Necesitamos proteger las flores y los frutos" -dijo Leo, otro amigo.
"- Tienes razón! Debemos cubrir las plantas y resguardarlas para que no se dañen" -agregó Lila, y rápidamente, organizaron un plan.
Con la ayuda de todos, crearon una fortaleza de hojas y ramas para proteger el jardín. La tormenta llegó, y aunque el viento sopló fuerte y las nubes oscurecieron el cielo, el jardín resistió gracias a la colaboración de sus amigos.
Una vez que la tormenta pasó, todos estaban nerviosos por ver qué había sucedido
"- Espero que nuestras flores estén bien" -dijo Mica, mientras caminaban hacia el jardín.
Cuando llegaron, se dieron cuenta de que la fortaleza había funcionado. Las flores estaban a salvo y el árbol frutal seguía erguido, lleno de frutos.
"- ¡Lo logramos!" -exclamó Lila con alegría.
Desde aquel día, Lila no solo se volvió responsable por su jardín, sino que también aprendió que la responsabilidad se disfruta más cuando se comparte.
Ahora, todos en el pueblo se unieron al "club de cuidadores". Los niños no solo cuidaban el jardín, sino que aprendieron lo valioso que es trabajar juntos, apoyarse mutuamente y tener la responsabilidad de cuidar algo que querían.
Así, Lila, su jardín y sus amigos crecieron juntos, floreciendo en armonía y aprendiendo que la responsabilidad no es una carga, sino un hermoso regalo que se comparte.
FIN.