El Jardín de las Sabidurías
En un pequeño pueblo llamado Sabiduría, había una escuela llena de colores y risas. Cada día, los niños corrían para aprender con la maestra Clara, una educadora apasionada que siempre llevaba consigo una maleta mágica llena de historias y aventuras.
Un día, Clara decidió que sería un buen momento para hablar sobre valores importantes en la vida y la profesión docente. Los niños, curiosos, se acomodaron en sus sillas.
"Hoy vamos a hablar sobre la ética", dijo Clara, sonriendo. "¿Alguien sabe qué es la ética?"
María levantó la mano.
"Es como saber lo que es bueno y lo que es malo, ¿cierto?"
"Exacto, María. La ética nos ayuda a tomar decisiones correctas como compañeros, amigos y futuros docentes".
Mientras la clase avanzaba, Clara sacó de su maleta un mapa antiguo.
"Este es el mapa del Jardín de las Sabidurías, donde cada planta representa un valor".
"¿Podemos ir al jardín?" preguntó Lucas, emocionado.
"¡Claro! Pero primero deben aprender sobre cada planta".
Clara comenzó a explicar les sobre la planta de la Honestidad, que tenía flores azules llenas de luz.
"La honestidad es decir la verdad, aunque a veces sea difícil".
Los niños escuchaban atentamente.
"Buena como la flor, maestra", dijo Pablo, quien siempre decía la verdad en sus trabajos.
Después, Clara continuó con la planta del Respeto, con hojas verdes brillantes.
"El respeto es escuchar y valorar a los demás".
Una niña, Sofía, preguntó:
"¿Pero qué pasa si alguien no respeta?"
"¡Buena pregunta! Debemos enseñarles a esos niños sobre el respeto a través de nuestro ejemplo".
Mientras Clara explicaba el último valor, la Amistad, de flores multicolores, un ruido llamó su atención.
Un pequeño conejo blanco apareció entre las plantas.
"¡Ayuda! Me perdí en el Jardín de las Sabidurías!" gritó el conejito.
Los niños, intrigados, se acercaron a Clara.
"¿Qué hacemos, maestra?" preguntó Lucas.
"Debemos ayudarlo con nuestra ética y valores".
Los seis niños se unieron y con bondad y paciencia, comenzaron a buscar el camino adecuado. Fue una aventura divertida, llena de risas y trabajo en equipo. No solo ayudaron al conejito, sino que también aprendieron a aplicar los valores de la clase en una situación real.
Finalmente, después de recorrer un hermoso camino flanqueado de flores, encontraron la salida del jardín.
"¡Gracias, niños! Son unos amigos muy sabios", dijo el conejito.
"¡Fue una actividad muy divertida!" exclamó Sofía.
Después de despedir al conejo y regresar a la escuela, todos estaban emocionados. Habían aprendido que la ética y los valores eran importantes no solo para su educación, sino también para ayudar a los demás.
"¿Qué les parece si cada martes elegimos un valor y lo practicamos juntos?" sugirió Clara.
"¡Sí! ¡Queremos ayudar a más animales!" gritaron al unísono.
Desde ese día, los niños de Sabiduría aprendieron a ser más que solo estudiantes; se convirtieron en pequeños embajadores de la ética y la amistad, llevando la enseñanza de Clara más allá de las paredes de la escuela.
Y así, el Jardín de las Sabidurías floreció en sus corazones, convirtiéndose en un hermoso lugar donde todos aprendieron el verdadero significado de la enseñanza y la solidaridad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.