El jardín de las segundas oportunidades
Había una vez en un pequeño pueblo un hombre llamado Roberto, que había sido muy feliz con su primera esposa, Laura. Juntos, habían creado un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. Pero un día, Laura se fue a un viaje muy lejano del que no regresó, y Roberto se encontró solo, triste y con el jardín marchito.
Un día, mientras se sentaba en un banco de su jardín, escuchó risas y voces alegres. Al asomarse, vio a una mujer que pasaba con una canasta llena de flores. Era Clara, una nueva vecina que se había mudado al pueblo. Clara tenía una sonrisa que iluminaba el día y un corazón lleno de vida.
Con el tiempo, Clara y Roberto comenzaron a hablar y a compartir momentos. Roberto redescubrió la alegría y la risa, y después de un tiempo, decidió volver a casarse con Clara. Aunque estaban felices juntos, Roberto, a menudo, se sentía atormentado por un pensamiento que lo mantenía despierto por las noches.
-Dentro de mí, un miedo crece - le confesó una noche a Clara mientras miraban las estrellas desde el jardín.
-¿Qué te preocupa, querido? - preguntó Clara, acariciando su mano.
-Es que pienso que algún día, cuando me muera, podría encontrarme con Laura... ¿Y si las dos llegan a encontrarse en el jardín del más allá? - Roberto bajó la mirada, sintiendo que el miedo lo envolvía.
-Claro que la recordarás, y está bien - dijo Clara con calma - Pero el amor que tenemos ahora también es importante. No tienes que elegir entre dos flores en el jardín de tu corazón.
Roberto se quedó en silencio, meditando las palabras de Clara. Tal vez no necesitaría decidir entre el amor que había vivido y el amor que estaba viviendo. Entonces, un día, ocurrió algo inesperado. Mientras trabajaba en el jardín, descubrió una planta marchita que había olvidado cuidar. Con esmero, comenzó a regar la planta y a darle amor. Para su sorpresa, comenzó a florecer de nuevo.
-¡Mirá, Clara! - exclamó Roberto, emocionado - Esta planta vuelve a vivir. Es como si el jardín me estuviera enseñando una lección.
-Así es - respondió Clara, sonriendo - A veces, es necesario dar cuidado y amor a lo que tenemos en el presente, sin olvidar lo que nos enseñó el pasado.
Con el tiempo, Roberto comprendió que su amor por Laura siempre tendría un lugar especial en su corazón, como una flor que nunca dejaría de florecer. Pero también entendió que el amor por Clara era otra flor hermosa y única en su jardín de la vida.
Finalmente, una tarde, mientras estaban juntos en el jardín, Roberto le dijo a Clara:
-Ya no tengo miedo. Sé que, si alguna vez te encuentro a ti y a Laura, tendré un jardín lleno de amor y memorias, de risas y momentos felices.
Roberto sonrió al darse cuenta de que la vida era un hermoso jardín donde podía cultivar tanto el pasado como el presente. Y así, vivió con el corazón lleno, sabiendo que tanto Clara como Laura eran partes fundamentales de su historia, cada una con su propio lugar en su jardín.
Y así, el jardín de Roberto floreció más que nunca, lleno de amor, paz, risas y segundas oportunidades.
FIN.