El Jardín de las Sonrisas
En la Escuela Primaria Arcoíris, todos los días comenzaban de la misma manera. Los gritos de los niños resonaban en los pasillos, pero no eran gritos de alegría. Había malas palabras, burlas y un ambiente que se sentía pesado. La maestra Ana, siempre con una sonrisa sincera, miraba esto con tristeza. Por eso, un día decidió que era hora de hacer algo.
Al comienzo del recreo, Ana reunió a los alumnos en el patio.
"Chicos, sé que algunas cosas no están bien. Me gustaría que hiciéramos algo juntos para cambiarlo, ¿qué les parece?"
Los chicos se miraron entre ellos, y Tomás, conocido por ser un poco rebelde, se animó a hablar.
"¿Como qué?"
"Podríamos crear un espacio donde todos se sientan a gusto, como un jardín de sonrisas. ¿No les gustaría?"
"Pero... ¿y si no funciona?" - preguntó Lucía, insegura.
"Hay que intentarlo, no tenemos nada que perder", propuso Mauro, el más optimista de la clase.
Así fue como Ana y sus alumnos comenzaron a pensar en ideas para su jardín. Se dividieron en grupos: algunos se encargaron de recolectar materiales, otros de diseñar carteles y algunos más, de elegir las plantas que embellecerían el lugar.
Con cada actividad, se fueron conociendo mejor, descubriendo talentos ocultos, como el de Sofía, que resultó ser una excelente dibujante.
"¡Miren! Vamos a hacer un mural que invite a la amistad", dijo emocionada.
"¡Sí, y podemos poner dibujos de lo que más nos gusta!" - agregó Javier, mientras todos asentían.
Sin embargo, no todo fue fácil. Algunos chicos, como Kevin, al principio se mostraban escépticos.
"Esto es una pavada, el colegio nunca va a cambiar", decía mientras miraba de lejos.
"Dale, Kevin, vení. Si todos colaboramos, puede ser divertido", contestó Lucía tratando de convencerlo. Después de unos días, hasta él se fue acercando y terminó ayudando a pintar el mural.
Al poco tiempo, el jardín comenzó a cobrar vida. Las risas comenzaron a sustituir a los gritos. Un día, en la inauguración del espacio, Ana comentó:
"Miren lo que podemos lograr cuando trabajamos juntos. Este jardín es el resultado de cada uno de ustedes. ¿Qué sienten al estar aquí?"
"Nos sentimos libres y felices" - respondió Mauro.
"Es nuestro lugar, donde no hay lugar para las peleas ni las malas palabras" - dijo Sofía con una sonrisa.
Para celebrarlo, decidieron hacer una merienda especial en el jardín.
"Así como las plantas crecen, nosotros también podemos hacerlo", dijo Ana mientras servía sándwiches.
"¡Y con alegría!" - exclamó Tomás, mientras todos reían.
Sin embargo, un desafío apareció. Una tarde mientras jugaban, algunos chicos de otra clase se acercaron, burlándose de su nuevo espacio.
"¿Qué es esto? ¡Un jardín de locos!" - gritó uno de ellos.
"No se metan, esto es nuestro, ¡vayan a jugar a otro lado!" - respondió Kevin, ya mucho más integrado.
"Chicos, un momento" - interrumpió Ana. "A veces, las burlas vienen de la incomprensión. ¿Por qué no los invitamos a unirse?"
"¡Sí!" - gritaron los niños de la clase de Ana.
Luego, se acercaron a los chicos que se burlaban.
"Vengan a jugar, les mostramos cómo es nuestro jardín", dijo Mauro.
"¡Sí! Hay lugar para todos. Queremos compartir nuestra alegría", agregó Sofía.
Los niños del otro grupo dudaron, pero, poco a poco, se fueron acercando. Jugaron juntos, riendo y compartiendo el espacio.
Y así, poco a poco, el ambiente en la escuela fue cambiando. Las risas se volvieron más frecuentes, las amistades se multiplicaron y el jardín se llenó de colores, no solo de flores, sino también de sonrisas.
El Jardín de las Sonrisas se convirtió en un símbolo en la Escuela Primaria Arcoíris, un recordatorio de que, cuando se trabaja juntos, se pueden superar las adversidades. Con cada paso y cada risa, los chicos aprendieron que la verdadera fuerza estaba en la unión y el respeto.
Y así, todos entendieron que, aunque unos días son más difíciles que otros, siempre hay una oportunidad para sembrar alegría y amistad en el corazón de todos.
FIN.