El Jardín de las Sonrisas
Era un día soleado en el colorido Jardín de las Sonrisas, donde todos los animales vivían en armonía. Había un conejo llamado Roco, una tortuga llamada Tula y un pájaro llamado Pipo. Todos eran buenos amigos, pero había un pequeño problema: Roco a veces se burlaba de Tula porque era más lenta que él.
"¡Mirá cómo pasas el tiempo, Tula! ¡Yo ya llegué a la cima de la colina mientras vos todavía estás en el camino!" dijo Roco riéndose.
"No importa, Roco. Cada uno tiene su tiempo y su manera de hacer las cosas. Yo disfruto de cada momento" respondió Tula, aunque se sentía un poco triste.
Un día, el Rey León organizó una gran carrera en el bosque y todos estaban muy emocionados. Roco estaba seguro de que ganaría, mientras que Tula pensaba que no tenía muchas posibilidades de competir. Pero ese día, todos los animales acordaron que todos serían bienvenidos en la carrera, sin importar su velocidad.
Cuando llegó el día de la carrera, Roco empezó a correr rápidamente, mientras Tula iba avanzando despacito pero con mucha determinación. En el camino, Roco decidió hacer una pequeña broma.
"¡Apurate, tortuguita! ¡No vayas a quedarte atrás!" gritó Roco entre risas.
Sin embargo, poco después, Roco se dio cuenta de que había un gran obstáculo en su camino: un charco de barro. Intentó saltarlo, pero ¡splash! cayó de lleno.
"¡Oh no! ¿Qué voy a hacer ahora?" se lamentó Roco, lleno de barro.
En ese momento, Tula pasó por su lado con su paso tranquilo y firme. Cuando lo vio, no lo dudó:
"¡Roco! ¡Te puedo ayudar!" dijo Tula, extendiendo su pata.
Roco, con un poco de vergüenza, aceptó la ayuda de su amiga. Tula lo llevó a un lugar donde podía limpiarse un poco.
"Gracias, Tula. Me siento muy mal por haberte hecho sentir mal antes. No debería haberme burlado de vos por ser diferente" dijo Roco, ahora muy comprendido.
"No te preocupes, Roco. Todos tenemos cosas especiales. Tu velocidad es impresionante, y yo tengo paciencia para avanzar. ¡Juntos hacemos un gran equipo!" respondió Tula con una sonrisa.
Cuando finalmente llegaron a la meta, no importaba quién había llegado primero o quién había llegado último. Lo que realmente importaba era que ayudaron a los demás y aprendieron a valorarse mutuamente.
El Rey León los premió a los dos con una medalla especial por su compañerismo y amistad. Desde aquel día, Roco nunca se volvió a burlar de Tula, y en su lugar, siempre le decía:
"¡Vamos, tortuguita! ¡Hoy es un gran día para disfrutar juntos!".
Y así, en el Jardín de las Sonrisas, todos aprendieron que la verdadera fuerza está en la amistad y el respeto, sin importar las diferencias.
FIN.