El Jardín de las Sorprendencias



Era un soleado día en el pequeño pueblo de Villa Alegre. En una casa al final de la calle, vivía una niña llamada Sofía, conocida por su curiosidad insaciable. Sofía pasaba horas explorando los alrededores, siempre en busca de algo nuevo que aprender. Un día, mientras caminaba por el bosque cercano, escuchó un suave murmullo entre los árboles.

"¿Qué será eso?", se preguntó, intrigada. Siguiendo el sonido, descubrió un hermoso jardín oculto, lleno de flores de colores vibrantes y extrañas criaturas. En el centro del jardín había una pequeña puerta de madera decorada con delicados grabados.

"¡Hola! ¿Alguien está ahí?" - gritó Sofía, emocionada.

De la puerta salió un pequeño duende llamado Lía, con alas chispeantes y una sonrisa en su rostro.

"¡Bienvenida, Sofía!",

- respondió Lía. "Este es el Jardín de las Sorprendencias, donde cada día sucede algo mágico. ¿Te gustaría conocerlo?"

Sofía asintió con entusiasmo y, de inmediato, comenzó su aventura. Lía llevó a Sofía a un rincón del jardín donde había un estanque cristalino.

"¡Mira!" - dijo Lía, señalando al agua. "Si miras de cerca, las ranas cantan canciones de amistad."

Sofía se acercó al estanque y, al escuchar el canto de las ranas, sintió una calidez en su corazón. Era una melodía alegre que la hacía sentir feliz.

"¡Me encanta!" - exclamó Sofía. "Nunca había escuchado algo así."

Después de un rato, Lía dijo:

"Vamos a explorar un poco más. Cada seccióndel jardín tiene algo diferente que enseñarnos."

Lía llevó a Sofía a un área donde las flores eran prácticamente de un color arcoíris.

"Estas flores son especiales. Aprenden a cambiar de color según tus sentimientos. ¡Prueba a pensar en algo feliz!"

Sofía cerró los ojos, recordó un día jugando con sus amigos y cuando abrió los ojos, las flores brillaban con un hermoso tono rosa.

"¡Es increíble!" - dijo asombrada. "Pero, ¿qué pasará si estoy triste?"

Lía le sonrió.

"Cuando sientas tristeza, las flores se pondrán de un color más oscuro, pero eso te enseñará que está bien sentir tristeza a veces. Lo importante es aprender a mirar hacia adelante."

Agradecida por la lección, Sofía continuó su recorrido.

"¿Puedo ayudar a las flores de algún modo?" - preguntó.

"Por supuesto. ¡Recoger pequeñas piedras y dejarlas cerca de las raíces les ayuda a crecer fuertes!" - respondió Lía.

Sofía se puso manos a la obra, recogiendo piedras y dejando un par en cada flor. Después de un rato, el jardín parecía más vivo que nunca.

"Esto es tan divertido", - dijo Sofía. "Pero hay algo especial en este lugar que no entiendo."

"Este jardín florece gracias a la curiosidad y la bondad" - explicó Lía. "Los que vienen aquí, siempre dejan un poco de su amor, y eso hace que el jardín sea mágico."

Sofía notó que había algo que le faltaba.

"Y si alguien no tiene amor para dar, ¿qué sucede?"

"¡Ah!" - rió Lía. "Todos tenemos algo bueno que ofrecer. A veces, solo se necesita un poco de amistad. ¿Por qué no invitas a tus amigos a venir? Juntos, pueden aprender también a cuidar el jardín."

Sofía sintió una chispa de emoción.

"¡Eso haré!" - dijo, y corrió hacia la puerta del jardín. "Vamos, Lía. ¡Tengo que contarles a todos sobre este lugar maravilloso!"

Al día siguiente, Sofía llevó a sus amigos al Jardín de las Sorprendencias.

"Miren esto, es un lugar mágico donde podemos aprender tantas cosas y ayudar a crecer a las flores. ¡Vamos, elijan un rincón!" - los animó.

Y así, con risas y alegría, los amigos comenzaron a explorar y a cuidar de este refugio especial. Aprendieron que cada uno tenía algo único que aportar, y que siempre podían sorprenderse, no solo con el jardín, sino entre ellos mismos.

Desde entonces, Sofía y sus amigos visitaron el jardín cada semana, llenándolo de risa y amor, y dándose cuenta de que cada vez que compartían un momento juntos, el jardín florecía más y más. Con cada visita, aprendieron sobre la amistad, la alegría y la importancia de cuidar lo que amamos. Y así, Sofía y Lía supieron que este lugar siempre estaría lleno de sorpresas, pero la mayor de ellas fue el poder de la amistad.

El Jardín de las Sorprendencias se convirtió en una parte del pueblo, un lugar donde cada niño y cada adulto podía aprender y sentir la magia de compartir con los demás.

FIN.

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