El Jardín de las Sorpresas



En un pequeño pueblo llamado Colibrí, había un jardín mágico que solo se podía ver los días de lluvia. Todos los niños del pueblo se reunían cada vez que caía un chaparrón, emocionados por conocer qué sorpresas les depararía el jardín esa vez.

Un día, mientras la lluvia caía, una niña llamada Valentina, que era muy curiosa y siempre soñaba con nuevas aventuras, se acercó al jardín.

"- ¡Miren! ¡El jardín apareció!" - gritó Valentina, saltando de alegría.

Los niños corrieron tras ella y, cuando llegaron, encontraron un lugar maravilloso lleno de flores de mil colores, árboles frutales que ofrecían deliciosas frutas y un pequeño camino hecho de piedras brillantes. Pero había algo más: había una extraña puerta en el medio del jardín.

"- ¿Y si abrimos la puerta?" - preguntó un niño llamado Luciano, mirando a su alrededor con emoción.

"- Pero, ¿qué hay detrás?" - dijo Valentina.

"- No lo sabemos, pero si no lo intentamos, nunca lo sabremos" - respondió Sofía, otra niña que estaba ansiosa por la aventura.

Finalmente, todos decidieron unir fuerzas y empujar la puerta. Con un chirrido, se abrió revelando un pasillo que parecía ir en distintas direcciones. Las paredes estaban cubiertas de dibujos y palabras que parecían cobrar vida.

"- ¡Esto es increíble!" - exclamó Luciano, mientras exploraban.

Cada vez que tocaban un dibujo, se iluminaba y llenaba el aire con un sonido melodioso. Al seguir un camino, se encontraron con una mariposa dorada.

"- Hola, aventureros. Yo soy Aurelia, la guardiana de este jardín. ¿Están listos para las sorpresas que les preparé?" - dijo la mariposa con una sonrisa.

"- ¡Sí!" - gritaron todos al unísono.

"- Entonces, para abrir la primera sorpresa, deberán trabajar en equipo. Solo así podrán descubrirla" - explicó Aurelia.

Los niños se miraron y decidieron formar grupos. Cada grupo debía buscar objetos en el jardín y conectarlos con sus colores. Valentina y Sofía tomaron el color azul, Luciano y otro niño tomaron el rojo, y así sucesivamente.

Después de un rato, lograron completar puzzles y conectar los colores. Al final, la mariposa dorada los guio hacia una esfera brillante que explotó en un millón de luces. Luego, de la esfera brotaron frutos jugosos que cayeron en sus manos.

"- ¡Son frutos de la amistad!" - explicó Aurelia. "- Coman y siéntanse libres de compartir, porque esa es la verdadera sorpresa. La amistad es el regalo más valioso que uno puede tener" - añadió mientras giraba en el aire.

Los niños se sentaron en la verde hierba disfrutando de los deliciosos frutos, riendo y compartiendo historias. Pero de repente, Valentina vio que el jardín empezaba a desvanecerse.

"- ¡Aurelia! ¡El jardín se va! ¿Qué hacemos?" - gritó, sosteniendo un trozo de fruta.

"- No se preocupen, esto es parte del ciclo del jardín. Regresará, pero para que permanezca, deben recordar lo vivido aquí y llevarlo a sus corazones! Cada vez que se ayuden y se compartan, el jardín renacerá" - les explicó la mariposa.

Después de escuchar esto, los niños prometieron ser siempre amigos y cuidarse los unos a los otros, no solo en el jardín, sino también en el pueblo.

"- ¡Lo prometemos!" - gritaron emocionados.

Y así, cada vez que llovía, el jardín volvía a aparecer, lleno de colores, aventuras y sorpresas. La mejor parte no era solo descubrir nuevas cosas, sino que Valentina, Luciano, Sofía y los demás se dieron cuenta de que la verdadera magia estaba en la amistad y en ayudarse mutuamente a enfrentar los desafíos de la vida.

Al final, el Jardín de las Sorpresas no era solo un lugar mágico, sino un símbolo del amor, la amistad y la alegría que siempre deberían llevar en el corazón.

FIN.

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