El Jardín de las Verdades
Era un día soleado en el pequeño pueblo de Verdania, donde existía un hermoso jardín conocido como el Jardín de las Verdades. En este jardín, crecían flores de increíbles colores y formas, aunque solo aquellos que amaban la verdad podían apreciarlas en todo su esplendor. Los tres amigos, Lila, Miguel y Tomás, se reunían en el jardín cada semana para jugar y soñar.
Aquel día, mientras exploraban el jardín, Lila, una niña de curiosidad insaciable, encontró una flor azul brillante que nunca había visto.
"¡Miren esta flor!", exclamó Lila emocionada. "¿Qué será? Nunca había visto algo así".
Miguel, más reservado y observador, se acercó y dijo: "Creo que es una flor de la verdad. He leído que su belleza solo se puede ver si decimos la verdad".
Tomás, el más bromista del grupo, se burló. "¿Y cómo le vamos a decir la verdad a una flor? No es más que una planta".
Sin embargo, Lila no estaba segura de eso. "Tal vez si la regamos con la verdad, se abrirá más y podremos descubrir su secreto".
Los tres acordaron entonces hacer un pequeño experimento. Cada uno narraría una verdad que nunca había compartido. Miguel se rasguñó la cabeza, pensativo, y finalmente confesó: "Yo... a veces miento para evitar problemas, pero me siento mal después".
Lila sonrió y dijo: "Gracias por ser sincero, Miguel. Yo tengo un miedo. A veces, no sé si compartir mis ideas porque creo que no son importantes".
Tomás, que apenas había hablado, observó la flor y, tras un momento, dijo: "Yo miento sobre cuáles son mis verdaderos sueños. Pienso que no son lo suficientemente buenos".
Tras sus confesiones, la flor comenzó a brillar más intensamente, y sus pétalos se abrieron lentamente. Los amigos se miraron asombrados.
"¡Miren! ¡La flor está reaccionando a nuestras verdades!", gritó Lila con alegría.
De repente, una brisa suave sopló y los pétalos de la flor comenzaron a girar, formando un torbellino de colores.
"¡Es bellísima!", gritó Miguel. "Nunca había visto algo así".
Pero el torbellino también trajo consigo una nube oscura que cubrió el jardín.
"¿Qué está pasando?", preguntó Tomás, asustado.
La nube susurró con una voz profunda: "Las verdades son hermosas, pero hay que enfrentarlas sin miedo. Cada mentira que guardan las oscurece".
Los amigos, tomados de la mano, decidieron enfrentar la nube. Miguel gritó: "No podemos tener miedo! Debemos compartir nuestras verdades, incluso si duelen".
Lila y Tomás asintieron, y juntos gritaron: "¡Estamos aquí para ser sinceros y aceptarnos como somos!".
Las palabras resonaron en el jardín, y la nube comenzó a disolverse. La flor se iluminó más que nunca, y los tres amigos sintieron una conexión más profunda entre ellos. Al final, el Jardín de las Verdades floreció como nunca antes, recordándoles que el amor a la verdad siempre prevalece, y que ser auténtico es la mayor belleza de todas.
Desde ese día, el jardín se convirtió en su lugar sagrado de encuentros, un recordatorio de que la verdad los había unido y les había dado amor.
FIN.