El Jardín de las Voces



En un pequeño pueblo llamado Colibrí, las flores no solo crecían en los jardines, sino también en los corazones de sus habitantes. Sin embargo, había algo que falta: la igualdad del sol, que iluminaba más intensamente a unas flores que a otras. A las flores más pequeñas, que representaban a las niñas del pueblo, les costaba crecer porque el sol del amor y la atención solo brillaba para las flores grandes, que representaban a los niños.

Una niña llamada Lina decidió que no podía dejar que las flores pequeñas se marchitaran en la sombra. Una mañana, mientras paseaba por el jardín de su abuela, escuchó un susurro. Era una pequeña margarita que se quejaba al viento.

"Por favor, dame un poco de sol, ¡no quiero marchitarme!"

Lina se agachó y le dijo: "No te preocupes, margarita, ¡yo te ayudaré!"

Así, se le ocurrió que podía hablar con el resto de las flores para que trabajen juntas. Un día, se reunió a todas las flores en el jardín.

"Flores, hoy necesitamos hablar sobre cómo podemos ayudar a las margaritas a brillar más. ¿Qué piensan?"

Las flores, sorprendidas, comenzaron a murmurar. {

"Pero, ¿y si no hay suficiente sol para todas?" - preguntó una rosa.

"No se trata solo de sol, sino de apoyo y amor!" - intervino una dalia.

"Pero somos diferentes; las margaritas son más pequeñas, no pueden competir con nosotras."

}

Lina, con valentía, se levantó y dijo: "Pero todos somos parte del mismo jardín. Si somos solidarias, podemos crecer en armonía. ¿Qué tal si organizamos una jornada de amor y apoyo para las margaritas?"

Las flores comenzaron a hablar entre ellas. Algunas dudaban, pero la emoción de una nueva posibilidad brillaba en sus ojos. Al final, decidieron hacer algo especial.

Esa misma tarde, cada flor se comprometió a compartir su rayo de sol y sus nutrientes con la flor más pequeña de su lado. Así, se iniciaron las jornadas del amor: las flores empezaron a cantar, a bailar y a contar historias, iluminando el jardín como nunca antes.

Las margaritas, agradecidas, florecieron como nunca. Entre risas, una de ellas dijo: "¡Esto es maravilloso! Nunca imaginé que pudiera haber tanta luz en mi vida. Gracias, Lina, por tu valentía y empatía!"

Pero un día llegó la tormenta. El viento soplaba con fuerza, y las flores más grandes empezaron a sentirse inseguras.

"¿Acaso no somos las más importantes?" - dijo una tulipán angustiada.

"¡Estamos perdiendo nuestro brillo!" - exclamó otra.

Lina vio cómo las margaritas se asustaban.

"Cada una de nosotras tiene un lugar especial en este jardín. Todo este tiempo han brillado juntas, no deben dejar que el viento las separe. ¡Luchen por su lugar!"

Las margaritas, viendo el ejemplo de Lina, comenzaron a alzar sus cabezas. "¡Juntas somos fuertes!" - gritaba una.

"¡No podemos dejar que el miedo nos quite nuestra luz!" - añadió otra.

Y así, con amor y valentía, resistieron la tormenta. Cuando el vendaval cesó, todas las flores se dieron cuenta de algo: cada una había crecido y florecido de una manera diferente, pero valiosa.

Los colores del jardín eran más brillantes que nunca y el aire estaba lleno de risas.

Desde aquel día, las flores grandes aprendieron a respetar y apoyar a las pequeñas, y las pequeñas enseñaron a las grandes que la valentía y la empatía eran el verdadero sol del jardín.

Y así, Colibrí se convirtió en un lugar donde cada flor, sin importar su tamaño o color, podía crecer y ser feliz. También comenzaron a invitar a nuevas flores de todos los rincones del mundo.

Lina siguió cuidando del jardín, recordando a todos que el amor es el sol que ilumina la vida de todos, y que la lucha por la igualdad siempre valdrá la pena.

Y en el corazón de Colibrí, el Jardín de las Voces floreció con valentía y empatía, un legado que perduraría por siempre.

FIN.

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