El Jardín de Lola
En un hermoso campo verde, vivía una tortuga llamada Lola. A Lola le encantaba comer lechuga y siempre soñaba con encontrar el lugar perfecto para disfrutar de su comida favorita.
Sin embargo, cada vez que se acercaba a los campos de lechuga, los granjeros la espantaban diciéndole: "¡Fuera de aquí, tortuguita! Este campo es solo para nosotros". Lola se sentía muy triste y desanimada.
No entendía por qué no podía simplemente disfrutar de su deliciosa comida en paz, sin molestar a nadie. Un día decidió hablar con sus amigos animales para buscar una solución. Se encontró con Pedro el ratón y Martina la mariposa y les contó sobre su problema.
Pedro pensativo exclamó: "¡Tengo una idea! Conozco un lugar secreto donde podemos encontrar mucha lechuga sin que nadie nos moleste". Los ojos de Lola se iluminaron de emoción al escuchar esto. Sin perder tiempo, los tres amigos comenzaron su aventura hacia el lugar secreto.
Caminaron durante horas hasta llegar a un bosque misterioso donde las plantas crecían libres y salvajes. Allí encontraron un jardín lleno de lechugas exuberantes y jugosas.
Lola no podía creer lo que veían sus ojos, ¡era como estar en el paraíso! Pero justo cuando estaba a punto de darle el primer bocado a una hoja crujiente, apareció Benito el conejo gruñendo: "¡Este jardín es solo para mí! Váyanse ahora mismo". Los amigos quedaron desconcertados ante esta nueva dificultad.
Pero Lola, con su espíritu valiente, decidió enfrentar al conejo y explicarle su situación. "Benito, solo queremos un poquito de lechuga para alimentarnos. No queremos causarte problemas". El conejo reflexionó por un momento y luego sonrió amablemente.
"Tienes razón, tortuguita. Lo siento mucho por mi reacción anterior. Compartamos este jardín entre todos nosotros". Los demás animales asintieron emocionados y comenzaron a disfrutar de la deliciosa lechuga juntos.
Con el tiempo, el jardín se convirtió en un lugar de encuentro para todos los animales del campo. Era un espacio donde no solo compartían comida, sino también risas y buenos momentos juntos.
Lola aprendió una gran lección: que cuando las dificultades aparecen en nuestro camino, siempre hay una solución si trabajamos juntos y somos amables unos con otros. Desde aquel día, Lola se convirtió en la defensora de la igualdad y el respeto entre todos los animales del campo.
Y cada vez que alguien intentaba alejarla de su amado campo de lechugas, ella respondía con amor y comprensión: "-Todos merecemos disfrutar de esta maravillosa comida".
Y así fue como Lola logró cambiar las reglas del juego, permitiendo a todos los animales compartir ese rico manjar sin importar quiénes fueran o cómo se vieran. Fin
FIN.