El Jardín de los Amigos del Mar



En un tranquilo barrio de Buenos Aires, había un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. Allí vivían cuatro amigos: Sofía, Lucas, Ana y Tomás. Cada tarde, después de la escuela, se reunían para jugar y disfrutar del aire fresco. Un día, mientras jugaban a esconderse entre las plantas, Sofía encontró una peculiar concha en el suelo.

"¡Miren lo que encontré!" -exclamó Sofía, sosteniendo la concha.

"¿Qué tiene de especial?" -preguntó Lucas, curioso.

"Es una concha del mar. Quizás nos pueda llevar a aventuras bajo el agua" -dijo Ana, imaginando todo lo que podrían descubrir.

Tomás, que siempre estaba dispuesto a inventar historias, propuso: "¿Y si la concha tiene un poder mágico? Podríamos irnos al océano y conocer a los animales marinos. ¡Como en un cuento de hadas!"

Los amigos rieron y decidieron hacer una búsqueda para ver si encontraban más cosas relacionadas con el mar en su jardín. Mientras buscaban, dieron rienda suelta a su imaginación.

"¿Y si nos encontramos con un delfín que hable?" -sugirió Sofía.

"Yo me imagino a una tortuga gigante que nos guía al fondo del mar" -dijo Lucas emocionado.

"¡O podríamos visitar a una sirena!" -agregó Ana con brillo en los ojos.

Justo en ese momento, notaron que las plantas comenzaron a brillar con una luz suave. Los cuatro se miraron asombrados.

"¿Vieron eso?" -preguntó Tomás, señalando las flores.

Sofía, con valentía, se acercó a la luz y, al tocar una flor, un viento suave los envolvió. Un instante después, se encontraron en una playa llena de colores vibrantes y con el sonido del mar de fondo.

"¡Estamos en la playa!" -gritó Lucas mientras corría hacia el agua.

"¿Y la concha?" -preguntó Ana, mirando a su alrededor.

"Miren, ¡allí viene algo!" -Tomás señaló hacia el mar.

De repente, un encantador delfín saltó sobre las olas y nadó hacia ellos.

"¡Hola, chicos! Soy Delfi. Bienvenidos al Reino de Maravillas" -les dijo el delfín con una sonrisa.

Los niños no podían creerlo. Habían conocido a un delfín real.

"¿Qué hay de nuevo, Delfi?" -preguntó Sofía, aún incrédula.

"Vine a mostrarles nuestro hogar marino. ¡Vengan!" -los invitó el delfín.

El delfín llevó a los amigos a un mundo increíble bajo el agua, lleno de coloridos corales, peces de todas las formas y tamaños, y hasta una tortuga que les guiaba con sabiduría.

"¡Guau! ¡Es hermoso aquí!" -dijo Lucas, maravillado.

"Bailaremos y jugaremos junto a los peces!" -gritó Ana.

Pero no todo era perfecto. Algunos peces estaban tristes porque su hogar, el océano, estaba lleno de basura. Tomás, al notar sus caras largas, se acercó a Delfi.

"Delfi, ¿qué está pasando?" -preguntó preocupado.

"Las personas que vienen a la playa no cuidan el mar. Tiran basura y eso hace daño a nuestros amigos" -respondió el delfín.

Los cuatro amigos se miraron, y en ese instante, decidieron que tenían que ayudar.

"¡Podemos hacer algo!" -dijo Sofía.

"Podemos organizar una limpieza en la playa y educar a otros sobre la importancia de cuidar el mar" -propuso Lucas.

Delfi sonrió, emocionado por su actitud.

"¡Eso sería increíble! Les ayudaré a conseguir materiales para limpiar y a hacer carteles para que otros se sumen."

Así que, con la ayuda de Delfi y la tortuga, los amigos se pusieron a trabajar. Recolectaron basura, hicieron carteles coloridos y llamaron a más amigos para que se unieran a su misión.

"¡Cuida el mar, que es un hogar!" -decían los carteles que colgaron por toda la playa.

Con el esfuerzo de todos, el océano comenzó a recuperar su belleza. Los peces sonreían y el delfín jugaba felizmente.

Al finalizar el día, los amigos se sentaron en la orilla, viendo cómo el sol se ponía sobre el mar.

"Hicimos un gran trabajo juntos" -dijo Ana, con una enorme sonrisa.

"Sí, y siempre podemos volver a ayudar" -agregó Tomás.

"Nada es demasiado pequeño para marcar la diferencia" -concluyó Sofía.

Con el corazón lleno de alegría, los niños se despidieron de Delfi y regresaron a su hogar, llevando consigo la lección más importante sobre cuidar a los demás y a la naturaleza.

Desde ese día, cada vez que visitaban su jardín, recordaban su mágica aventura y el compromiso que asumieron con el mar y sus amigos del océano.

FIN.

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