El jardín de los amigos y el tesoro mágico


Había una vez un niño llamado Juanito, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Era un niño muy curioso y siempre se preguntaba sobre el misterio de la vida.

Un día, mientras exploraba cerca del río, encontró una vieja puerta de madera escondida entre los árboles. Intrigado por lo que podría haber detrás de esa puerta, decidió abrirla. Pero por más que empujaba y tiraba de ella, no lograba abrirla.

Juanito pensó en rendirse, pero algo le decía que debía perseverar. Entonces, recordó lo que su abuela le había enseñado sobre la importancia de tener fe en algo más grande que uno mismo.

Juanito cerró los ojos y susurró una pequeña oración a Cristo pidiendo fuerza para abrir la puerta. Para su sorpresa, cuando abrió los ojos nuevamente, la puerta se deslizó suavemente hacia un lado revelando un hermoso jardín lleno de flores multicolores y árboles frondosos.

Juanito entró con cautela al jardín y pronto se encontró con otros niños jugando y riendo felices. Eran niños de diferentes edades y nacionalidades, todos compartiendo sus historias e ideas sin importar las diferencias. "¡Hola! Soy Juanito", dijo emocionado mientras saludaba a los nuevos amigos.

- "¡Hola Juanito! ¡Bienvenido a nuestro mundo!", respondieron todos al unísono. Juanito pasó días maravillosos en aquel lugar mágico donde cada rincón tenía aventuras por descubrir.

Aprendió a construir castillos de arena, a pescar en el río y hasta a volar cometas. Un día, mientras exploraba una cueva en el jardín, Juanito encontró un mapa antiguo que mostraba un tesoro escondido en la montaña más alta del pueblo.

Sabía que debía compartir su descubrimiento con sus amigos para emprender esa emocionante búsqueda. Juntos, planificaron cada paso y se animaron mutuamente durante el camino lleno de desafíos. Cruzaron ríos turbulentos, treparon por rocas resbaladizas y caminaron por senderos estrechos.

Finalmente, llegaron a la cima de la montaña donde encontraron un cofre lleno de monedas doradas. Pero lo más valioso no eran las monedas, sino la amistad y el amor que habían cultivado durante su aventura.

"Este tesoro es para todos nosotros", dijo Juanito mientras repartía las monedas entre sus amigos. "Nos enseña que cuando tenemos fe en nosotros mismos y trabajamos juntos, podemos lograr cosas increíbles".

Con los corazones llenos de gratitud y alegría, los niños regresaron al jardín mágico sabiendo que siempre podrían contar unos con otros para enfrentar cualquier desafío. Y así fue como Juanito aprendió que la fe en uno mismo puede abrir puertas hacia lugares maravillosos donde los sueños se hacen realidad.

Y aunque aquel lugar especial solo existiera en su imaginación, llevó consigo las lecciones aprendidas para toda su vida. Desde ese día, Juanito nunca dejó de soñar ni perdió la confianza en sí mismo.

Siempre recordó que, al igual que la puerta del mas allá, las oportunidades pueden aparecer cuando tenemos fe y perseveramos en nuestros sueños.

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