El Jardín de los Cambios



Había una vez una niña llamada Sofía que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Sofía era feliz, jugaba con sus amigos y pasaba horas explorando los campos llenos de flores. Pero un día, comenzó a notar que algo en su cuerpo estaba cambiando. Era una sensación extraña, como si estuviera en una montaña rusa de emociones.

Sofía se sentó en su rincón favorito del jardín, rodeada de flores de colores. De repente, su amiga Clara llegó corriendo.

"¡Sofía, Sofía! ¿Viste las nuevas flores que han crecido? Son tan hermosas como un arcoíris" - dijo Clara entusiasmada.

"Sí, pero yo siento que no soy la misma..." - respondió Sofía, sintiéndose un poco confundida.

"A veces, los cambios pueden ser complicados, pero también son normales. Todos crecemos y nos transformamos, igual que las flores" - le explicó Clara.

Sofía sonrió, pero todavía tenía dudas. Al día siguiente, fue al mercado con su mamá. Allí se encontró con un grupo de chicas de su escuela, que estaban hablando sobre lo que estaban sintiendo.

"A mí me pasa que a veces me siento como que tengo mil mariposas en el estómago" - confesó Valentina.

"Y yo creo que mis piernas se están alargando" - se unió Ana.

Sofía escuchaba y asintió. Al llegar a casa, decidió que era momento de hablar con su mamá.

"Mamá, siento que mi cuerpo está cambiando y no sé si está bien" - dijo con preocupación.

"Mi amor, todos pasamos por esto. Es como el cambio de estaciones en la naturaleza. En primavera todo florece, en verano crece, en otoño se transforma y en invierno descansa. A veces esos cambios son incómodos, pero son importantes para seguir creciendo" - le explicó su mamá.

Sofía se sintió más tranquila. Decidió que quería ayudar a sus amigas a entender que no estaban solas. Así que organizó una reunión en el jardín.

"Chicas, vamos a hacer un círculo y compartir cómo nos sentimos sobre estos cambios" - propuso Sofía. Todos se sentaron en el césped, rodeados de flores.

Clara empezó diciendo:

"A veces me siento triste porque mis amigas parecen más grandes que yo".

Valentina agregó:

"A mí me encanta el deporte, pero de repente me siento torpe".

Ana, acariciando una flor,

"Yo también tengo miedo de lo que está por venir, pero quiero ser valiente".

Sofía levantó la mano para hablar.

"Las flores a veces pasan por momentos difíciles para llegar a ser hermosas y fuertes. ¡Nosotras también podemos!".

Las chicas se miraron y comenzaron a sonreír. Juntas hicieron un pacto: cada vez que se sintieran inseguras sobre sus cambios, se lo contarían a las demás como un secreto, porque eso las haría sentir más fuertes y unidas.

Pasaron las semanas y cada una fue experimentando su propio proceso. Sofía vio cómo sus piernas crecían y su rostro se llenaba de nuevas formas. Pero también notó que su risa era más fuerte y su valentía había crecido. Todas las chicas, unidas en sus diferencias, comenzaron a florecer y a querer cada parte de sí mismas.

Un día, decidieron organizar un concurso de flores en el jardín.

"El tema será ‘El Cambio y el Crecimiento’" - dijo Sofía entusiasmada. "Cada uno presentará su flor favorita y explicará qué cambio representa para nosotros".

Llegó el día del concurso. Las chicas estaban nerviosas pero emocionadas. Sofía se presentó con una hermosa margarita.

"Mi flor representa los cambios que nos hacen únicas. Cada uno de nosotros está en su propia etapa de crecimiento y eso es maravilloso".

Cuando terminó el concurso, todas aplaudieron y se dieron cuenta de que su amistad había florecido aún más. Habían aprendido a no temer a los cambios, sino a abrazarlos como una parte bella de la vida.

Y así, Sofía, Clara, Valentina y Ana se prometieron que siempre se apoyarían en sus transformaciones. Porque, al igual que un jardín, cada cambio las hacía más fuertes, bellas y únicas.

Los años pasaron, y aunque cada una siguió creciendo y cambiando, recordaron siempre el día en que compartieron sus miedos, dando paso a una amistad que floreció eternamente.

Y colorín, colorado, el jardín siguió floreciendo.

FIN.

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