El Jardín de los Colores



En un rincón del bosque, había un lugar mágico llamado el Jardín de los Colores. Allí, vivía un capibara llamado Carlitos. Era un capibara muy especial, porque cada día, al despertar, su pelaje se llenaba de colores diferentes. Un día amaneció de un bello color azul y decidió salir a explorar.

Mientras paseaba, se encontró con una ardilla llamada Sofía. Sofía no podía evitar reírse al ver a Carlitos.

"¡Carlitos, mirá esos colores! Parecés un arcoíris sobre patas!" - dijo Sofía, tapándose la boca con las patas.

Carlitos, en lugar de sentirse ofendido, sonrió. "Gracias, Sofía. ¡Quiero que todos podamos jugar juntos en el jardín!"

Sofía pensó un momento. "¿Pero no te gustaría ser del mismo color que los demás?"

Carlitos sacudió la cabeza. "¡No! Me encanta ser diferente. Cada color cuenta una historia. ¿No creés?"

Sofía reflexionó e hizo un gesto con sus patas. "Tienes razón, a veces creo que los colores son como las amistades. Todos diferentes, pero juntos creamos algo hermoso."

Más adelante, se encontraron con un grupo de patos que jugaban en un charco.

"¡Hola, amigos!" - saludó Carlitos. "¿Les gustaría jugar al escondite?"

Los patos afianzaron sus alas emocionados.

"¡Sí! Pero… no sabemos si todos encajamos bien. Somos un grupo muy diferente." - dijo uno de los patitos, un poco preocupado.

Carlitos, con su mejor sonrisa, dijo. "¡Claro que sí! Podemos formar equipos. Cada uno con sus colores, pero todos juntos. Al final, todos somos amigos."

Los patitos se miraron entre sí y comenzaron a reír. De pronto, un pato se libró. "¡Vamos! Entonces, todos a esconderse. ¡El equipo más colorido ganará!"

Comenzaron a jugar y Carlitos se dio cuenta de que cada uno aportaba algo especial al juego. Sofía se escondió detrás de un árbol, un pato se metió en el agua, y Carlitos decidió quedarse cerca, disfrutando de sus colores. En lugar de ser un solo color, todos juntos creaban un espectro hermoso de amistad.

Pero de repente, en medio de su juego, sonó un rugido. "¡Miau!" - era una gran gata llamada Melina, que se acercaba de manera amenazante. "¿Por qué están jugando aquí? Este es mi territorio, y yo no quiero ver a un capibara colorido en mis dominios!"

Carlitos, aunque un poco asustado, decidió que debía ser valiente. "Hola, Melina. Soy Carlitos y estos son mis amigos. Estamos disfrutando del Jardín de los Colores. Ven a jugar con nosotros."

Melina frunció el ceño. "¿Y por qué debería hacerlo? Ustedes son tan diferentes…"

"Porque todos tenemos algo especial que ofrecer. Al principio, era difícil para Sofía aceptarme, pero ahora lo hace. Todos deberían tener una oportunidad de ser amigos, sin importar sus colores. ¿No creés?"

La gata se quedó en silencio, dudando. Pero algo en esas palabras la tocó. En un momento, se dio cuenta de lo triste que era estar sola. "Quizás… puedan dejarme jugar un rato. Pero tengo que seguir siendo muy feroz. ¡No se olviden de eso!"

Carlitos sonrió. "Está bien, Melina. Puedes ser feroz y al mismo tiempo ser parte de nuestro juego. La amistad también significa ser uno mismo, aunque eso signifique ser un poco diferente. ¿Te animás?"

A medida que el sol se ponía, el grupo encontró la manera de incluir a Melina, convirtiendo Miau en parte de su juego. Melina, que al principio se sentía fuera de lugar, terminó riéndose tanto que casi olvidó que había sido seria.

A la hora de irse, Carlitos se despidió de todos. "Gracias, amigos. Nunca olviden que los colores que llevamos dentro nos hacen especiales, y la amistad es el mejor color de todos. Nuestro jardín necesita a todos, sin importar cómo se vea cada uno. Quiero que todos compartan esto en el bosque!"

Y así, Carlitos, Sofía, los patitos y Melina se despidieron, llevándose el hermoso mensaje del jardín a muchos otros animalitos que no conocían la magia de los colores de la amistad.

FIN.

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