El jardín de los colores
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había un jardín mágico llamado el Jardín de los Colores, donde las flores podían hablar. Cada planta tenía su propia personalidad, y era allí donde los habitantes del pueblo solían ir a aprender sobre la amistad y el amor verdadero.
Un día, una pequeña flor llamada Lila, que era de un color azul profundo, se sentía triste porque todos los días veía pasar a las flores más brillantes, como la deliciosa Rosa y el vivaz Girasol, quienes siempre recibían más atención de los niños del pueblo.
"¿Por qué no me quieren?", se lamentó Lila.
Su amigo, el viejo Árbol Sabio, escuchó su tristeza y decidió intervenir.
"Querida Lila, cada flor tiene su belleza, pero también su historia. No te desanimes, el amor verdadero también es la aceptación de lo que somos y de lo que seremos."
Lila no comprendía del todo lo que quería decir el Árbol Sabio, pero decidió seguir disfrutando de su vida en el jardín.
Un día, una nueva flor llegó al jardín. Era una Orquídea, hermosa pero un poco insegura. Se llamaba Ari. Al instante, se fijó en su vecino, el Radiante Girasol, que siempre estaba rodeado de admiradores.
"¿Por qué él recibe tanta atención? “, se preguntó Ari.
Lila se acercó y le dijo:
- “A veces, las flores que brillan más no siempre son las que tienen las historias más interesantes.”
Ari sonrió tímidamente y respondió:
"No sé si tengo una buena historia. Solo sé que soy nueva aquí."
A medida que pasaron los días, Lila y Ari se hicieron grandes amigas. Comenzaron a hablar sobre sus sueños y aspiraciones, y poco a poco, Lila empezó a darse cuenta de que su color azul no era menos hermoso que el amarillo brillante de Girasol o el rojo de Rosa.
Una tarde, un fuerte viento sopló, y las flores comenzaron a temblar. Lila y Ari se aferraron entre sí para no volar lejos. En ese momento de caos, vieron a Girasol caer de su tallo, 218 y a Rosa llorar porque sus pétalos estaban deshojados.
"¡Ayuda! ¡No puedo mantenerme aquí!", gritó Girasol.
"Chicos, ¡no se preocupen! Todos juntos podemos apoyarnos!", exclamó Lila.
Ese día, las flores aprendieron algo valioso:
El amor verdadero se demuestra cuando apoyamos a nuestros amigos en los momentos difíciles. Juntos, se ayudaron mutuamente a levantarse después de la tormenta, y eso hizo que su unión fuera más fuerte que nunca.
Con el tiempo, el Jardín de los Colores se convirtió en un lugar seguro, donde cada flor estaba orgullosa de ser quien era, aprendiendo que la aceptación y la amistad eran lo más importante.
Inventaron una nueva tradición y cada semana hacían una reunión en la que compartían sus historias. En esa ocasión, Lila se animó a contar su historia:
"Al principio me sentía menos, pero después de conocer a mis amigas, aprendí que cada uno tiene un papel especial. Y eso, ¡es lo que hace que este jardín brille!"
Ari, emocionada, añadió:
"Hoy entiendo que no tiene importancia el color de los pétalos, sino el amor que compartimos entre nosotras. Al final, lo que importa es la aceptación de todo lo que somos."
Desde ese día en adelante, las flores siempre se were apoyadas mutuamente, aprendiendo que cada color es necesario para hacer del Jardín de los Colores un lugar especial. Así descubrieron que el verdadero amor y la amistad son lo que transforman cada historia en algo hermoso.
FIN.