El Jardín de los Colores
Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y flores de todos los colores, un hermoso jardín que pertenecía a dos caballeros, Tomás y Julián. Cada día, trabajaban juntos en su jardín, regando las plantas, podando los árboles y cultivando las flores que llenaban su hogar de colores.
El pueblo era conocido por sus paisajes, pero también por su diversidad. Sin embargo, había un pequeño grupo de personas que no entendía el amor que compartían Tomás y Julián, y a menudo les decían que su relación no era lo que ‘debería ser’.
Un día, mientras los caballeros estaban en su jardín, escucharon un murmullo proveniente de la plaza central. Algunos niños estaban hablando sobre cómo Tomás y Julián deberían separarse porque 'no era normal'.
- “¿Escuchaste eso, Tomás? ” - preguntó Julián, un poco triste. - “No entiendo por qué algunas personas piensan así.”
- “Yo tampoco, Julián. El amor es amor, y lo que nosotros sentimos es especial. Es nuestro jardín lleno de colores, y deberíamos estar orgullosos de él.” - respondió Tomás con firmeza.
Decididos a cambiar la percepción de los demás, los caballeros organizaron una actividad en la plaza.
- “Voy a invitar a todos a un picnic en nuestro jardín. Allí podremos compartir un poco de nuestro amor por la jardinería y la diversidad. ¡Será una gran fiesta para todos! ” - propuso Tomás.
Julián sonrió, sintiéndose esperanzado. Así que comenzaron los preparativos, invitando a todos los vecinos con carteles llenos de dibujos de flores.
El día del picnic, el sol brillaba intensamente y el aire estaba lleno del dulce aroma de las flores. Pero cuando las personas llegaron, algunos mostraron caras largas y otros murmullos despectivos. Tomás y Julián se sintieron un poco inseguros, pero decidieron continuar.
De pronto, un grupo de niños pequeños se acercó a Tomás.
- “¡Hola! ¿Puedo ayudarte a plantar esas semillas? ” - preguntó una niña llamada Lucía.
Tomás se iluminó y respondió:
- “Por supuesto, ven y ayúdame. ¡Cada flor que plantemos es un símbolo de amor! ”
Los niños comenzaron a participar, jugando y riendo mientras ayudaban en el jardín. Julián, viendo la alegría en sus rostros, decidió unirse.
- “Esto es solo el comienzo. ¡Vamos a hacer un arco iris de flores! ” - exclamó Julián, mostrando a los niños como combinar diferentes colores.
A medida que el día avanzaba, el jardín se convertía en un lugar lleno de risas y colores. Gradualmente, los adultos empezaron a unirse y comenzaron a ver lo que era realmente importante: la felicidad que todos compartían.
- “La vida es como este jardín; con amor y cuidado, puede crecer y florecer en hermosas formas,” - dijo Julián a los adultos que comienzan a acercarse.
- “¡Exactamente! Todos somos diferentes, pero eso es lo que hace al mundo tan especial,” - agregó Tomás.
A medida que las horas pasaban, el picnic se convirtió en algo mágico. La risa y la diversión hicieron que los corazones de las personas se abrieran. Al final del día, el lugar estaba lleno de flores y el amor que Tomás y Julián compartían.
Desde ese día, el jardín de los caballeros se convirtió en un símbolo de inclusión y amistad en el pueblo. Todos aprendieron que el amor no tiene límites, y que, al igual que en la naturaleza, cada persona aporta su propio color al mundo.
- “Gracias por abrirnos los ojos. Realmente podemos ser amigos y celebrar nuestras diferencias,” - dijo un vecino que antes estaba en contra de su relación.
- “¡Sí! Sigamos plantando más semillas de amor y colores juntos! ” - exclamaron los niños, llenos de entusiasmo.
Tomás y Julián sonrieron, sabiendo que su pequeño gesto había cambiado el corazón del pueblo.
Y así, el jardín de los colores siguió creciendo, lleno de amor, amistad, y una vasta diversidad de flores, reflejando la belleza de cada uno de sus visitantes.
FIN.