El jardín de los colores



Había una vez en un pequeño pueblo, un jardín muy especial. Este jardín era conocido como el Jardín de los Colores, porque en él crecían flores de todos los colores del arcoíris. Cada mañana, los niños del pueblo iban al jardín a jugar y aprender sobre la importancia de la amistad y la tolerancia.

Un día, en el jardín, se encontraron tres amigos: Sofía, un niño de cabello rizado y ojos brillantes; Tomás, un pequeño con gorra y una gran sonrisa; y Valentina, una niña de trenzas largas y corazón valiente.

"¡Hola, amigos! ¿Listos para jugar?" - dijo Sofía emocionada.

"Sí, pero hoy quiero hacer algo diferente" - propuso Tomás. "¿Qué tal si hacemos un concurso de quien elige la flor más bonita?".

"¡Buena idea!" - exclamó Valentina. "Pero, ¿y si elegimos flores de diferentes colores?".

Los tres amigos comenzaron a buscar flores por todo el jardín. Sofía eligió una hermosa flor amarilla, Tomás encontró una rosa brillante y Valentina se quedó maravillada con una flor azul. Cada uno se sentía orgulloso de su elección.

"¡Miren lo que encontré!" - gritó Tomás, mostrándoles su rosa.

"¡Es linda! Pero creo que la mía es más bonita" - dijo Sofía, alzando su flor amarilla.

De repente, escucharon un llanto cerca del río que pasaba junto al jardín. Se acercaron rápidamente y vieron a un pequeño niño, Pablo, que estaba sentado en una piedra llorando.

"¿Qué te pasa?" - preguntó Sofía, preocupada.

"No puedo encontrar ninguna flor para jugar, las otras son muy grandes y yo soy muy pequeño" - respondió Pablo entre lágrimas.

Los amigos se miraron entre sí y se dieron cuenta de que habían estado tan concentrados en su competencia, que no se habían dado cuenta de que había alguien más que necesitaba ayuda.

"No te preocupes, Pablo" - dijo Valentina, sonriendo. "Podemos ayudarte a encontrar una flor".

"Sí, vení con nosotros. Todos podemos jugar juntos!" - agregó Tomás, emocionado.

Así que, los cuatro comenzaron a buscar flores en el jardín. Esta vez, Sofía, Tomás y Valentina no solo buscaban sus propias flores, sino también las más pequeñas y simples para Pablo. Al final, encontraron una pequeña flor blanca que brillaba bajo el sol, y a Pablo le encantó.

"¡Es preciosa!" - exclamó Pablo, secándose las lágrimas. "Gracias, amigos".

Todos comenzaron a jugar juntos, riendo y corriendo entre las flores, y cada uno mostró orgullosamente su elección. A medida que jugaban, aprendieron que aunque cada uno había elegido una flor diferente, todas eran hermosas a su manera, y lo más importante era jugar juntos y disfrutar.

"¡Esto es mucho más divertido que el concurso!" - dijo Sofía. "¡Gracias por ayudar a Pablo!".

"Sí, y ahora tenemos un nuevo amigo" - agregó Valentina, sonriendo a Pablo.

Desde ese día, el Jardín de los Colores no solo era un lugar para admirar flores, sino también un lugar donde los niños aprendieron a ser tolerantes y a disfrutar de la diversidad. Al igual que las flores tienen diferentes colores y formas, cada niño es único y especial, y eso es lo que los hace maravillosos juntos.

Y así, el jardín siguió floreciendo con risas, amistad y, por supuesto, mucha tolerancia.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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