El Jardín de los Colores



Era un día soleado en la ciudad de Arcoíris, donde los niños jugaban en las plazas y la risa llenaba el aire. En una de esas plazas, llegaba una nueva vecina: Ana, una niña con una gran imaginación y una curiosidad insaciable por aprender sobre el mundo que la rodeaba.

Un día, mientras exploraba la plaza, descubrió un pequeño jardín olvidado, cubierto de malas hierbas y flores marchitas.

- ¡Mira lo que encontré! -exclamó Ana a su amigo Leo, quien corría a su lado.- ¡Es un jardín! Pero se ve muy triste...

- Sí, parece que nadie lo cuida -dijo Leo, frunciendo el ceño-. Debemos hacer algo.

Ambos amigos decidieron que era hora de revivir ese viejo jardín. Comenzaron a limpiar el lugar, arrancando malas hierbas y recogiendo basura. Parecía que el trabajo era interminable, pero Ana estaba emocionada.

- Imaginá cuando las flores empiecen a florecer -dijo Ana con ojos brillantes.- ¡Podremos tener un jardín lleno de colores!

Pero pronto se dieron cuenta que no tenían suficientes semillas.

- ¿Qué hacemos ahora? -preguntó Leo, un poco desanimado.

- ¡Pidamos ayuda! -sugirió Ana.- Seguro hay otros niños en el barrio que pueden unirse a nosotros.

Así, comenzaron a invitar a otros niños. Un sábado, un grupo de amigos llegó con semillas, palas y regaderas.

- ¡Esto va a ser genial! -dijo Carla, una niña con un espíritu alegre.- ¡Vamos a tener el jardín más lindo de todos!

Todos comenzaron a plantar semillas de diferentes colores y formas. Ana eligió girasoles, Leo flores de margarita y Carla decidió plantar algunas rosas. Estaban tan concentrados en su tarea que no se dieron cuenta de que algunos adultos del barrio los observaban con sonrisas.

Con el paso de las semanas, el jardín empezó a florecer. Las risas de los niños resonaban, y el jardín se llenó de colores vibrantes.

Un día, mientras cuidaban las plantas, se acercó una anciana que vivía cerca, doña Elena.

- ¡Qué lindo lo que están haciendo, chicos! -dijo la anciana, con los ojos llenos de lágrimas de felicidad.- Este jardín me trae tantos recuerdos...

- ¿Recuerdos? -preguntó Ana, curiosa.

- Sí -respondió doña Elena-. Hace muchos años, este era el jardín más hermoso del barrio. Pero con el tiempo, se descuidó. Nunca pensé que volvería a verlo así.

Los niños se miraron entre ellos, llenos de emoción.

- ¿Podés contarle a todos sobre el jardín? -preguntó Leo, emocionado.- Podemos hacer una fiesta de inauguración.

Doña Elena sonrió y asintió. Con su ayuda, organizaron una gran fiesta. Invitaron a todos los vecinos a celebrar el renacer del jardín.

El día de la fiesta, el jardín estaba lleno de flores y risas. Todos disfrutaron de pintacaritas, juegos y comida. Doña Elena compartió historias sobre el jardín y cómo había sido en su juventud.

- Gracias a ustedes, chicos, este lugar volvió a ser especial -dijo doña Elena, mientras abrazaba a Ana y Leo.

- Fue un trabajo en equipo -contestó Ana.- Todos en el barrio se unieron para hacer algo hermoso.

Desde ese día, el Jardín de los Colores no solo se volvió un lugar de belleza, sino también un símbolo de amistad y colaboración. Los niños aprendieron que, cuando se unen por una causa, pueden lograr grandes cosas. Cada semana, se reunían a cuidar y celebrar el jardín, y juntos hicieron del mundo un lugar más bonito.

Así, el jardín floreció no solo con flores, sino con muchas sonrisas y corazones felices.

FIN.

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