El Jardín de los Colores
En un pequeño pueblo, había un niño llamado Lucas que soñaba con tener el jardín más lindo del mundo. Su abuela solía contarle historias sobre un mágico jardín en el que crecían flores de todos los colores y que estaba lleno de criaturas sorprendentes. Un día, mientras exploraba el patio de su casa, encontró una caja de semillas olvidada.
"¡Abuela! Mirá lo que encontré!" - exclamó Lucas emocionado.
"¿Qué es, querido?" - preguntó su abuela, con curiosidad.
"Son semillas, pero no sé de qué tipo..." - respondió Lucas, mirando la caja con una mezcla de asombro y dudas.
La abuela sonrió.
"Quizás sea una oportunidad para crear nuestro propio jardín mágico. ¡Plantémoslas!"
Así fue como Lucas y su abuela comenzaron a preparar un pequeño terreno en su patio. Regaron las semillas con esmero y cada día iban a mirarlas, esperando que algo especial sucediera.
Con el paso de los días, comenzaron a crecer plantas muy extrañas: algunas tenían hojas de colores brillantes y otras florecían en formas curiosas. Un día, mientras Lucas regaba su jardín, notó algo brillante entre las hojas.
"¡Abuela, ven rápido!" - llamó Lucas.
Al acercarse, la abuela vio una hermosa mariposa de colores vibrantes que revoloteaba entre las flores.
"¡Mirá qué belleza, Lucas! Parece que el jardín se está lleno de vida. Esto es solo el comienzo" - dijo ella, sonriendo ampliamente.
El tiempo pasó y el jardín de Lucas se volvió un lugar mágico, lleno de mariposas, pájaros y otros insectos que visitaban. Todo el pueblo venía a admirar su obra.
Un día, un niño del barrio, Tomás, se acercó a Lucas con una sonrisa triste.
"No tengo un jardín bonito como el tuyo, Lucas. ¿Puedo jugar en el tuyo?" - preguntó Tomás.
"¡Claro! Este jardín es para todos, podemos compartir sus maravillas" - respondió Lucas.
Juntos, se divirtieron explorando el jardín y soñando con la idea de crear un reino lleno de colores. Lucas decidió enseñar a Tomás a plantar semillas también.
"Podemos cultivar un nuevo jardín en el tuyo. ¡Imaginate lo que podemos hacer!" - dijo Lucas.
Tomás iluminó su rostro al pensar en ello.
"¡Sí! Yo tengo algunas semillas también en casa, vamos a buscar!" - exclamó.
Al día siguiente, los chicos colaboraron y plantaron semillas en el pequeño jardincito de Tomás. Con el tiempo, el jardín de Lucas y el de Tomás se unieron y se convirtieron en un espacio vibrante, donde otros niños del barrio se les unieron, creando un hermoso lugar de juego.
Un buen día, mientras todos los amigos estaban en el jardín, vieron una gran figura acercándose. Era una señora anciana que caminaba con un bastón.
"¿Qué hermosos jardines tienen aquí!" - dijo la señora, admirando el esfuerzo de los chicos.
"¡Gracias!" - dijeron todos al unísono.
"He notado que hay algo especial en sus flores, parece que están llenas de vida. ¿Puedo contarles un secreto?" - preguntó la anciana con un brillo en los ojos.
"¡Sí!" - gritaron los niños.
"Las flores tienen la capacidad de hacer felices a las personas. Si ustedes siguen cuidándolas con amor, su jardín no solo será un lugar de juegos, sino también un refugio de alegría para todos los que lo visiten" - les explicó la señora.
Desde ese día, cada vez que regaban sus jardines, los chicos pensaban en todo lo que podía aportar el amor y el trabajo en equipo, no solo en su jardín, sino en todo lo que hacían juntos.
Así, Lucas, Tomás y sus nuevos amigos aprendieron que a veces, las cosas más mágicas surgen cuando compartimos los sueños y trabajamos juntos por algo hermoso.
Y así, el Jardín de los Colores floreció, llevando alegría y risas a todos los rincones del pueblo, y demostrando que el verdadero poder de la magia está en la amistad y el esfuerzo compartido.
FIN.