El Jardín de los Colores y los Sonidos



En un rincón del mundo existía un jardín mágico lleno de colores brillantes y resonantes. Las flores eran de tonalidades vibrantes: rojas como el atardecer, azules como el cielo de primavera, y amarillas como el oro. Sin embargo, lo que realmente hacía especial a este jardín no eran solamente sus colores, sino los sonidos suaves que llenaban el aire.

Cada mañana, los habitantes de la aldea cercana, los niños y niñas, corrían hacia el jardín para oír a las flores. Las margaritas susurraban canciones de la brisa, los tulipanes emitían suaves melodías con cada movimiento y las orquídeas parecían reír con el tintineo de sus pétalos.

Un día, Sofía, una nena curiosa, invitó a su amigo Tomás a visitar el jardín.

"¡Tomás! ¡Tenés que ver esto! Es el jardín más lindo del mundo, y suena como un concierto de sonidos suaves".

"¿En serio?", respondió Tomás, con los ojos brillando de emoción.

Ambos llegaron al jardín y se quedaron maravillados. Sofía corrió hacia un girasol enorme, que brillaba intensamente en un amarillo radiante y le preguntó:

"Girasol, ¿puedes contarme tu secreto?"

El girasol respondió con una voz suave, como el susurro del viento:

"Claro, Sofía. Mi secreto es que siempre sigo al sol y nunca me olvido de sonreír. Las flores que son felices, siempre hacen sonidos suaves".

Tomás, tocando un tulipán en un color rojo vibrante, intervino:

"¿Y qué pasa si un día nos sentimos tristes?"

El tulipán, con su voz melódica, dijo:

"Cuando te sientas así, ¡aprecialo! Deja que tus emociones fluyan y, cuando puedas, deja que otros te ayuden a encontrar de nuevo la alegría. Los sonidos suaves vienen del corazón".

"Pero, ¿y si en el camino nos olvidamos de jugar y reír, y solo sentimos tristeza?" preguntó Sofía.

Justo en ese momento, una nube oscura se movió rápidamente, cubriendo el jardín y apagando la luz del sol. La atmósfera cambió; los colores parecían más opacos y los sonidos suaves se volvieron silencios.

"Mirá, Tomás. Parece que el jardín se está apagando", dijo Sofía.

"No puedo escuchar nada".

De repente, un ruiseñor apareció volando desde el fondo del jardín y dijo:

"No temáis, jovencitos. Aunque a veces el día se torne gris, la verdadera magia está en lo que hacemos juntos".

Sofía y Tomás se miraron, comprendiendo que la tristeza era solo un capítulo más en la historia de sus emociones.

"¿Qué podemos hacer?" preguntó Tomás al ruiseñor.

El pájaro les sugirió:

"Dejen que sus voces se eleven. Canten una melodía que despierte el sol. Los colores vibrantes y los sonidos suaves volverán a este lugar".

Los niños se tomaron de las manos y comenzaron a cantar una canción que todo el mundo conocería; una sobre la amistad, el amor, y la alegría de ser niños. Pronto, otros niños del pueblo se unieron a ellos. La melodía resonaba entre las flores, y como por arte de magia, el sol empezó a brillar nuevamente.

Los colores regresaron al jardín, más vibrantes que nunca, y el sonido de las flores llenó el aire una vez más.

"¡Lo logramos!", exclamó Sofía.

"Sí, somos más fuertes juntos", agregó Tomás.

Desde aquel día, Sofía y Tomás aprendieron que los colores en la vida pueden ser contrastantes y que incluso en los momentos de silencio, siempre pueden encontrar una forma de hacer música juntos. Y así, el Jardín de los Colores y los Sonidos se convirtió en un lugar donde la amistad y la alegría siempre florecían, sin importar las sombras que pudieran venir.

FIN.

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