El Jardín de los Dones Mágicos



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, tres amigos inseparables: Sofía, Martín y Lucas.

Un día de verano, decidieron aventurarse más allá de los límites del pueblo y descubrieron un misterioso bosque que parecía esconder secretos fascinantes. Sofía, la líder del grupo, propuso adentrarse en el bosque para explorar lo desconocido. Los tres amigos caminaron entre árboles altos y frondosos, escuchando el canto de los pájaros y sintiendo la frescura del aire.

De repente, vieron un arroyo brillante que serpenteadaba entre las piedras. "¡Miren qué hermoso arroyo! ¿Qué les parece si lo cruzamos?" -propuso Sofía emocionada. "¡Sí! ¡Vamos a ver a dónde nos lleva!" -dijo Martín entusiasmado.

Los tres amigos se quitaron los zapatos y con cuidado comenzaron a cruzar el arroyo saltando de piedra en piedra. Fue toda una aventura llena de risas y equilibrio.

Al otro lado, encontraron un sendero cubierto de musgo que los guió hacia un jardín mágico lleno de flores de colores vibrantes y mariposas revoloteando. "¡Es increíble! ¡Nunca vi algo así!" -exclamó Lucas con asombro.

De pronto, una voz suave resonó en el jardín diciendo: "Bienvenidos al Jardín Encantado, donde los sueños se hacen realidad para aquellos con corazones valientes". Los tres amigos se miraron sorprendidos pero emocionados por lo que estaban viviendo.

Decidieron explorar el jardín siguiendo el camino marcado por las luces parpadeantes que parecían guiarlos hacia algo importante. Caminaron entre las flores cantarinas y los árboles susurrantes hasta llegar a un claro donde había una fuente cristalina con agua brillante. En ese momento, apareció ante ellos una hada luminosa con alas resplandecientes.

"¡Soy Lunastra, la guardiana del Jardín Encantado! Veo en sus corazones la pureza y la amistad verdadera. Por eso les concederé un deseo cada uno", dijo el hada sonriendo bondadosamente.

Los tres amigos se miraron emocionados y pensaron detenidamente en sus deseos más profundos. Sofía pidió poder volar como las mariposas; Martín deseó ser tan fuerte como un roble; Lucas anhelaba tener el don de sanar a los seres queridos enfermos.

Lunastra tocó su varita mágica sobre cada uno de ellos y en un destello dorado, los deseos se hicieron realidad. Sofía sintió cómo crecían alas transparentes en su espalda; Martín notó cómo su cuerpo se fortalecía como nunca antes; Lucas vio emanar luz sanadora de sus manos.

Con lágrimas en los ojos por tanta emoción, abrazaron al hada Lunastra agradeciéndole por tan increíble regalo. Prometieron cuidar siempre su amistad y usar sus dones para hacer el bien en el mundo.

Así terminó esta inolvidable aventura en el Jardín Encantado donde tres niños descubrieron que la verdadera magia reside en la amistad sincera y la bondad del corazón.

FIN.

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