El Jardín de los Gigantes



Elizabeth y Bruno eran dos hermanos muy aventureros que amaban explorar lugares nuevos. Un día, mientras paseaban por el bosque, se toparon con un jardín lleno de árboles gigantes.

Fascinados por la belleza del lugar, decidieron adentrarse en él. Sin embargo, después de caminar un rato se dieron cuenta de que estaban perdidos y no encontraban la salida. Intentaron seguir su camino de regreso pero todo parecía igual.

Fue entonces cuando vieron a lo lejos una figura extraña moviéndose entre los árboles. -¿Qué es eso? -preguntó Elizabeth asustada. -No lo sé, pero parece que nos está siguiendo -respondió Bruno preocupado.

La figura se acercaba cada vez más hasta que pudieron distinguir que era un hombre muy alto con ropa verde y sombrero puntiagudo. -Hola niños -dijo el hombre con una sonrisa-. Me llamo Tomás y soy el guardián del jardín. ¿Están perdidos? -Sí, no encontramos la salida -dijo Elizabeth aliviada de haber encontrado ayuda.

Tomás les explicó que el jardín tenía muchos caminos diferentes y podía ser difícil encontrar la salida si uno no conocía bien el lugar.

Les ofreció su ayuda para guiarlos hacia la salida si prometían no volver a entrar sin permiso. Los niños aceptaron agradecidos y siguieron a Tomás mientras les contaba historias sobre los árboles gigantes del jardín. De repente, escucharon un ruido fuerte seguido por un temblor en el suelo.

-¡Un terremoto! ¡Tenemos que salir rápido! -gritó Bruno asustado. Tomás los llevó por un camino diferente al que habían venido, evitando los árboles que se estaban sacudiendo peligrosamente. Finalmente llegaron a la salida del jardín y salieron a la luz del sol.

-¡Gracias Tomás! -dijeron los niños abrazándolo. -No hay problema, siempre es bueno ayudar a alguien en apuros. Pero recuerden, nunca entren sin permiso o podrían perderse de nuevo -advirtió Tomás con una sonrisa.

Los niños aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de pedir ayuda cuando se está perdido y de no entrar en lugares desconocidos sin autorización. Además, descubrieron el valor de tener un amigo en momentos difíciles como Tomás quien les brindó su ayuda desinteresadamente.

A partir de ese día, prometieron ser más cuidadosos en sus aventuras pero también estar dispuestos a pedir ayuda si lo necesitaban.

FIN.

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